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Epístola a los Filipenses.

Introducción.

La Iglesia de Filipos.
Filipos, ciudad de Macedonia, colonia romana desde Augusto, fue la primera ciudad que el Apóstol evangelizó en Europa, al entrar en ella en su segundo viaje, entre fines del año 50 y principios del 51. Las circunstancias de esa evangelización están narradas con bastante detalle en Act 16:11-40, y ya las comentamos en su lugar. Parece que el Apóstol volvió a pasar por Filipos al menos dos veces, durante su tercer viaje misional (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6); pero fueron estancias de muy corta duración.
Los fieles, a juzgar por el tono de la carta, procedían en su gran mayoría del gentilismo. Tanto más que en Filipos debían de ser poco numerosos los judíos, pues ni siquiera tenían sinagoga (cf. Act 16:13); al contrario que en otras muchas ciudades, como Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, etc. (cf. Act 17:1.10.17; 18:3). La iglesia de Filipos fue siempre muy adicta a San Pablo, hasta el punto de que éste, contra toda su costumbre, aceptó de los filipenses socorros en dinero (cf. 4:15-16; 2 Cor 11:9), y les llama cariñosamente su alegría y su corona (4:1).

Ocasión de la carta.
Hay en la carta algunos datos que pueden orientarnos al respecto. Son los siguientes: Pablo se halla preso (cf. 1:7.13.17), y los filipenses, enterados de su situación, envían a Epafrodito con el encargo de prestarle asistencia y entregarle socorros materiales de parte suya; pero, habiendo enfermado de gravedad, los filipenses, al saberlo, se afligieron mucho, por lo cual, una vez repuesto, Pablo, para tranquilizarlos, resolvió remitírselo a Filipos (cf. 2:25-30; 4:10-19), siendo portador, a lo que parece, de la presente carta, en la que el Apóstol muestra su agradecimiento por los socorros recibidos y desahoga su corazón de padre con aquellos sus hijos muy amados.
Todo esto puede darse por cierto. Ello es suficiente para poder decir que conocemos cuál fue la ocasión de la carta. Sin embargo, hay una cosa que ya no es tan clara, y es la de determinar cuál es la prisión aludida, durante la cual Pablo recibe socorros de los filipenses. La opinión tradicional, ya desde la época de los Santos Padres, es que se trata de la prisión romana (años 61-63), igual que para las cartas a Colosenses, Filemón y Efesios. Modernamente, sin embargo, hay bastantes autores (Penna, Benoit, González Ruiz, Dacquino) que se inclinan por una prisión que habría tenido lugar en Efeso, durante la larga estancia del Apóstol en esa ciudad entre los años 54-57 (cf. Act 19:1-40). El primero que propuso esta teoría fue H. Lisco en 1900. Dicen que, tratándose de Roma, difícilmente podrían explicarse esas numerosas idas y venidas, al menos proyectadas, entre filipenses y Pablo (cf. 2:19.24.25.26.28); mientras que, tratándose de Efeso, ciudad cercana y en continuo tráfico con Filipos, todo se explicaría fácilmente. Además, si la carta estuviera escrita durante la prisión romana, cuando el Apóstol había pasado ya dos veces por Filipos (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6) después de la primera evangelización de aquellas regiones (cf. Act 16:11-17:15), difícilmente se entendería el que les dijera que, desde que le enviaron socorros cuando estaba en Tesalónica (cf. 4:16), no habían tenido hasta ahora oportunidad de manifestarle su afecto (cf. 4:11); mientras que, si está escrita desde Efeso, antes de esas dos visitas, cuando el Apóstol preparaba su viaje para ir a Macedonia (cf. Act 19:21; 1 Cor 16:5), todo resulta normal (cf. 2:24). También resulta normal el que les hable (2:19) del envío de Timoteo (cf. Act 19:22; 1 Cor 16, i o). Al contrario, si ponemos la carta escrita en Roma, esas promesas de viaje, al menos por lo que respecta a Pablo, chocan con el plan que deja entrever en la carta a los Romanos, donde habla de pasar a España (cf. Rom 15:28). Ni se arguya con las expresiones en todo el pretorio (1:13) y casa del César (4:22), que claramente parecen aludir a Roma; pues, por lo que toca a la primera expresión, sabemos que en todas las grandes ciudades del imperio, como era Efeso, solía haber destacamentos de pretorianos, y, por lo que toca a la segunda, sabemos que los esclavos y libertos del César estaban esparcidos por todo el mundo, y, sin duda, no faltaban en Efeso, donde nos consta que el emperador poseía grandes bienes.
Hemos de reconocer que, escrita la carta desde Efeso, muchos datos de la misma parecerían explicarse mejor. Pero ¿estuvo nunca San Pablo preso en Efeso? Este es el punto base que habría que probar, y que realmente no se prueba. No se trata de que durante su larga estancia en esa ciudad pudiera estar preso algunas horas, como ocurrió en Filipos (cf. Act 16:23-40) y pueden aconsejar algunos indicios (cf. 2 Cor 11:23; Rom 16:7), conforme expusimos al comentar Act 19:21-40; pues esto en realidad no resolvería nada, dado que la prisión de que se trata hubo de ser larga (cf. 1:22; 2:25). Ahora bien, ¿es creíble que San Lucas, que nos cuenta con tanto detalle la estancia efesina del Apóstol (cf. Act 19:1-40), no dijera ni una palabra de esa larga cautividad? Desde luego, está dentro de lo posible; pero es muy difícil de concebir 266. Seguimos, pues, creyendo que la carta a los Filipenses, lo mismo que las de Colosenses, Filemón y Efesios, está escrita durante la cautividad romana de Pablo, y más bien hacia el final, dada la confianza que muestra de su próxima liberación (cf. 1:25; 2:23-24). Con ello, las expresiones pretorio (1:13) y casa del César (4:12) conservan su sentido obvio y natural, que suelen tener en todos los documentos, a no ser que por el contexto aparezca claramente otra cosa.
Ni vale la razón, a veces alegada, de que doctrinalmente la carta a los Filipenses es más afín a las grandes cartas de Pablo, escritas durante su tercer viaje (Cor-Rom), que a las cartas de la cautividad (Col-Ef). Creemos que nada claro hay al respecto. Depende mucho del cristal con que mire cada uno. Tampoco nos convence la opinión propuesta recientemente por Dockx, de que la carta estaría escrita en Corinto, más bien que en Efeso 266.

Estructura o plan general.
La carta a los Filipenses no tiene tema doctrinal especial. Es la carta más carta de todas las del Apóstol. Este muestra su agradecimiento a los filipenses por los socorros recibidos y entabla con ellos una afectuosa conversación de padre con sus hijos, en la que, junto a noticias personales, va mezclando una serie de consejos sobre la vida cristiana, exhortándolos principalmente a la unión en la caridad, a la humildad, al gozo espiritual y a vivir alerta contra las insidias de los judaizantes.
Si se nos pide reducirla a esquema, podría ser éste:
Introducción (1:1-11).
Saludo epistolar (1:1-2) y acción de gracias (1:3-11)·
I. Noticias sobre su situación (1:12-26).
a) Su cautividad está contribuyendo al progreso del Evangelio (1:12-20).
b) Confianza de próxima liberación (1:21-26).

II. Exhortación a llevan una vida digna del creyente (1:27-2:18).
a) Constancia en el combate por la fe (1:27-30).
b) Vibrante llamada a la unidad en la humildad (2:1-11).
c) Vida de santidad en medio de un mundo perverso (2:12-18).

III. Proyectos de viaje (2:19-30).
a) Probable viaje de Timoteo, y posible también de Pablo, a Filipos (2:19-24)·
b) Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad (2:25-30).

IV. Exhortación final (3:1-4:9)
a) Cuidado con los judaizantes (3:1-16).
b) Cuidado con los que aspiran a lo terreno y no a lo celeste (3:17-21).
Epilogo (4:10-23).
c) Llamada a la concordia y al gozo espiritual (4:1-9). Agradecimiento por los socorros recibidos (4:10-20), saludos y bendición final (4:21-23).

El precedente esquema incluye la carta íntegramente, tal como nos es transmitida en códices y versiones. Advirtamos, sin embargo, que modernamente hay no pocos autores (Bornkamm, Murphy-O'Connor, Gnilka) que, aun admitiendo la autenticidad paulina de la carta, niegan su unidad literaria; es decir, nuestra carta actual sería en realidad una colección de cartas de Pablo, que en tiempos ya muy primitivos se habrían fusionado en una sola. Dicen que únicamente así podrían explicarse ciertas rupturas de tono que se observan en la carta, por ejemplo, en 3:1 y 4:10. Hay quienes suponen dos, tres y aun más cartas. Ciñéndonos a J. Gnilka, habría que suponer dos cartas: la de la prisión, personal y calurosa, dirigida a los fieles de Filipos (1:1-3:1 a -f 4:2-7.10-23), y la carta polémica, tajante y fría, mirando más bien a los herejes infiltrados en la comunidad (3:1 b-4:1 ;4:8-9).
Pues bien, no creemos que esos cambios de tono, pedidos en gran parte por los mismos hechos aludidos, nos obliguen a suponer que la carta no salió ya así de la pluma del Apóstol, que es como ha llegado a nosotros en todos los códices. La psicología de Pablo no se opone a esos cambios más o menos bruscos en una misma carta.

Perspectivas doctrinales.
Dado el carácter tan personal y particularizado de esta carta, apenas tiene objeto hablar de perspectivas doctrinales. Sin embargo, juzgamos útil recoger algunos puntos aludidos en la carta, de especial importancia dogmática.
Notemos, primeramente, la alusión a obispos y diáconos en el encabezamiento mismo de la carta: a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los obispos y diáconos (óõí Ýôðóêü-ttois êáé äéÜêïíïò). Es la primera vez que dichos términos aparecen en las cartas de Pablo. El hecho merece hacerse resaltar, dada la importancia que personajes bajo esas denominaciones adquirirán luego en la Iglesia. Desde luego, aquí no se especifica cuáles son las funciones de esos obispos y de esos diáconos, aunque parece darse claramente por supuesto que tienen funciones directivas y que son cargos o servicios permanentes. Concretar más, a base sólo de esta carta, es imposible. Tampoco se nos dice cómo se llegaba a esas funciones. En la introducción a las Pastorales hemos de volver a aludir a este punto; pues parece obvio, tratándose en ambas ocasiones de iglesias paulinas, que dichos términos tengan el mismo significado, si es que no hay nada en el contexto que insinúe lo contrario.
Un segundo punto que queremos también recoger son las afirmaciones de Pablo respecto a la vida de ultratumba. Lo normal en él, a partir ya de sus primeros escritos, es aludir a este tema con referencia expresa a la parusía o día del Señor, momento en que tendrá lugar nuestra resurrección corporal para vivir eternamente con Cristo (cf. 1 Tes 4:13-18; 1 Cor 15:51-53; Rom 8:18-25). En el mismo sentido hay también alusiones en esta carta (cf. 1:10; 2:16; 3:20-21). Pero aquí hay, además, un pasaje que mira directamente a esa etapa inmediata después de la muerte, antes de que tenga lugar la parusía, a la que claramente está refiriéndose cuando dice: morir es ganancia. De una parte, deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor (1:21-23). Esta misma convicción la había dejado ya también traslucir en otra de sus cartas (cf. 2 Cor 5:6-8). Evidentemente, se trata de afirmaciones de enorme trascendencia en orden a clarificar el dogma cristiano sobre el futuro escatológico del ser humano. Por eso, hemos querido hacerlas resaltar.
Finalmente, es muy de notar también el pasaje que con razón se ha dado en llamar el himno cristológico de Filipenses (2:6-11). Es un verdadero canto a Cristo, presentando en breves pinceladas el conjunto todo de su actividad salvífica: partiendo de la condición divina, asume la condición de siervo; y de la cruz es exaltado por Dios y constituido Señor por encima de toda la creación. Como vemos, en la primera parte (v.6-8) Cristo aparece como sujeto; en la segunda (v.9-11), como objeto. La dificultad mayor estriba en poder determinar el sentido exacto de algunas expresiones: forma de Dios., rapiña., se anonadó., cosa que dejamos para el comentario 267. Aquí sólo queremos hacer hincapié en la dificultad de señalar cuál es concretamente la parte que hay que atribuir a San Pablo. En efecto, son mayoría los autores que suponen a Pablo influenciado, al igual que en otras varias ocasiones (cf. Col 1:15-20; Ef 1:3-14; 5:14; 1 Tim 3:16), por un himno cristiano primitivo, anterior a la carta, y que él comenta y se apropia sin decirlo 268. En principio, nada hay que se oponga a esta hipótesis; aunque nadie niega que Pablo, autor del himno de la caridad (cf. 1 Cor 13:1-13), tenía aptitudes más que suficientes para componerlo. Incluso podemos verlo ya preludiado de algún modo en 2 Cor 8:8-9. Con todo, dada la estructura tan elaborada de la composición algunos autores distinguen seis estrofas, que vienen a corresponderse con los versículos actuales; otros las reducen a tres , no parece probable que naciera totalmente junto con la carta. Hay quien supone que habría sido el mismo Pablo, para uso de la comunidad de Filipos, quien lo habría compuesto anteriormente; otros, en cambio, creen que hay expresiones e ideas poco corrientes en Pablo, lo que demostraría que el himno originariamente no es suyo. Creemos que no será posible llegar sin más datos que el examen mismo del texto a conclusiones ciertas.