El libro del Apocalipsis*
Adela Yarbro Collins

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* La autora agradece a la Universidad de Notre Dame, Instituto para la investigación de Ciencias Huma(-)nas, la beca recibida para la investigación y redacción de este comentario.


INTRODUCCION

2 (I) Carácter literario. El libro del Apo(-)calipsis es el único de su género en todo el NT. Los evangelios y los Hechos, en su mayor parte, pertenecen a la narrativa realista. El Ap se dife(-)rencia de ellos por ser narrativa de un tipo es(-)pecial. Narra visiones extraordinarias y audicio(-)nes referentes a cosas nunca vistas ni oídas por ningún ser humano. El Ap no tiene parangón en el NT, pero sí en el mundo antiguo. Textos pare(-)cidos se han preservado en el AT, en la literatu(-)ra judía y en la literatura cristiana extracanónica (? Apocalíptica en el AT, 19:19-23; Apócrifos, 67:4-77). En cuanto al género, el libro es (a) un apocalipsis, aunque también tiene afinidades con (b) la profecía, (c) las cartas y (d) el drama.
3 (a) El Ap comienza con las palabras «(La) revelación de Jesucristo...». En este con(-)texto, el término gr. apokalypsis, «revelación», expresa la idea de que Dios, a través de Jesu(-)cristo, Juan y este texto escrito, ha desvelado los secretos sobre el cielo y la tierra, sobre el pasado, el presente y el futuro.
El antiguo género apocalíptico parece haber sido fluido e impreciso. Todo texto que revelara secretos sobre los cielos o el futuro caía bajo es(-)ta rúbrica, tanto si su forma era oracular como si era visionaria. Los investigadores modernos han tratado de definir el género con mayor pre(-)cisión. Una reciente definición considera como elementos esenciales del género un marco narrativo sobre cómo fue recibida la revelación y el personaje mediador de esa revelación (Semeia 14 [1977] 9). La revelación es mediada en el sentido de que el visionario no la recibe di(-)rectamente de la divinidad, como un oráculo, sino solamente a través de otro ser celestial, co(-)mo un ángel o el mismo Cristo resucitado.

La revelación puede ser mediada de formas diferentes: epifanías, visiones, audiciones, via(-)jes celestiales o acceso a un libro celestial. El contenido de la revelación es doble: secretos sobre el cosmos y secretos sobre el futuro. Los secretos del cosmos comprenden la naturaleza y las funciones de las estrellas, el sol y la luna, incluyendo la fijación del calendario y las cau(-)sas del clima. Son muy importantes los nom(-)bres y las actividades de los seres angélicos, como también los lugares de recompensa y de castigo. Sobre los lugares de castigo, véase M. Himmelfarb, Tours of Hell (Tesis, 1983). Los secretos del futuro comprenden acontecimien(-)tos políticos e históricos, así como también el destino definitivo del pueblo de Dios, la hu(-)manidad, los cielos y la tierra.

La función de los apocalipsis es una cues(-)tión que requiere más estudio. La opinión más común es que tenían la función de consolar al pueblo de su aflicción en tiempos de crisis, co(-)mo la persecución. Esta opinión es demasiado simplista. La crisis social es ciertamente un factor en el contexto de algunos apocalipsis, pero, probablemente, no siempre se trata de un factor relevante. Es importante reconocer el factor ideológico o propagandístico, que pa(-)rece ser común a todos los apocalipsis. Se re(-)velan secretos para presentar una determina(-)da interpretación del propio tiempo, y para persuadir a los oyentes o lectores a pensar y vi(-)vir de la forma presentada.
4 (b) El Ap se refiere a sí mismo como pro(-)fecía (1,3; 22,7.10.18-19). Nunca Juan se refiere a sí mismo como profeta, pero, indirectamente, se sugiere que lo era. El ángel que comunica la revelación a Juan hace referencia a sus «herma(-)nos los profetas» (22,9). En otra ocasión se dice a Juan que debe «profetizar de nuevo» (10,11). La profecía era un fenómeno importante en las comunidades cristianas primitivas (1 Cor 11,2-16; 14,1-40; Mt 7,22; 10,41; Hch 21,9; 1 Tim 1, 18; 4,14; Did 11-13). Parece razonable que comprendamos el Ap en este contexto de profe(-)cía cristiana primitiva. Aunque el libro en su conjunto es un apocalipsis, contiene elementos proféticos más pequeños. Los mensajes a las siete iglesias, por ejemplo, son oráculos proféti(-)cos. Véase D. E. Auné, Prophecy in Early Christianity and the Ancient Mediterranean World (Grand Rapids 1983) 274-88.
5 (c) El Ap contiene también elementos epistolares. Las referencias iniciales al libro como revelación o apocalipsis (1,1) y como profecía (1,3) aparecen en el prólogo donde se habla de Juan en tercera persona. En la mayor parte del libro, sin embargo, Juan habla en primera persona. En el punto donde encontra(-)mos la transición de la tercera a la primera persona, se introducen elementos epistolares (1,4). Los w. 4-5a tienen la forma clásica de la introducción de las típicas cartas antiguas (re(-)mitente, destinatario, salutación; - Cartas del NT, 45:6). La salutación se parece a la de Gál (1,3) . En muchas cartas paulinas y deuteropaulinas, a la salutación le sigue una acción de gracias o una bendición. En el Ap, a la saluta(-)ción le sigue una doxología, otro tipo de forma litúrgica (w. 5b-6). En Gál, la salutación con(-)cluye con una doxología (1,5).
En el Ap, a diferencia de lo que esperaría(-)mos, el cuerpo normal de una carta no sigue a la doxología. Lo que le sigue son dos dichos proféticos aislados (1,7.8), y, después, una no(-)ticia de una epifanía de Cristo a Juan (1,9-3,22), y una serie de noticias sobre otras visio(-)nes y audiciones (4,1-22,5). En 22,6-20, encontramos varios dichos aislados. El libro termina con una bendición (22,21), que es un elemento típico de conclusión en las cartas an(-)tiguas. Por tanto, la estructura epistolar no de(-)termina el género del Ap. Es un tipo de envol(-)tura en la que se introduce el Ap.
Podemos explicar de varios modos el uso de la forma epistolar. Puede ser la consecuencia de una necesidad. Utilizada para la comunica(-)ción oral con las comunidades occidentales del Asia Menor, Juan puede haber recurrido a la forma epistolar por estar desterrado en la isla de Patmos (1,8). Otra explicación es que la car(-)ta era la forma utilizada por los dirigentes cris(-)tianos que tenían autoridad. Pablo puede haber sentado este precedente, tal vez influido por el modelo judío o por el modelo imperial romano. Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna escribieron también cartas a las comunidades cristianas de Asia Menor. Encontramos tam(-)bién la combinación de formas apocalípticas y epistolares en ApBar (gr). Esta obra es, en su conjunto, un apocalipsis, pero concluye con una carta escrita por el visionario (Baruc) a las nueve tribus y media de Israel (78-87).
6 (d) El drama es un tipo de literatura en el que autor presenta a todos los personajes actuando ante la audiencia. Claramente, el Ap no pertenece a este tipo de literatura, porque es narración más que acción directa. En el Ap, el autor describe acontecimientos, habla en primera persona. Sin embargo, este libro tiene ciertas afinidades con el drama, especialmen(-)te con la tragedia. Según Aristóteles, el asunto de la tragedia es serio, a diferencia del carác(-)ter más trivial e intrascendente propio de la comedia (Poética 4,7-10; 6,2). El asunto que encontramos en el Ap es, ciertamente, grave y de gran trascendencia, al igual que en la tra(-)gedia.
Las tragedias griegas eran representadas por actores, normalmente unos tres, y un coro (tras el s. V a.C., estaba compuesto de 15 miembros). El drama se desarrollaba alternán(-)dose los episodios o actos protagonizados por los actores y las canciones interpretadas por el coro. Además de estas canciones, entre los ac(-)tos, de vez en cuando, se cantaban canciones breves de gran intensidad que expresaban una alegría súbita o cualquier otro tipo de compro(-)miso del coro con la acción desarrollada. Tam(-)bién, dependiendo de las ocasiones, un solista del coro cantaba una letrilla (G. Norwood, Greek Tragedy [Nueva York 1960] 78).
Al tiempo que describe sus visiones del mundo celestial y de los sucesos que ocurri(-)rán, Juan presenta con frecuencia a grupos o individuos hablando mediante discurso direc(-)to. En dos ocasiones se identifica lo que se di(-)ce como canción (5,9-10; 15,3-4). En muchos casos, los dichos son un comentario de lo que se ha informado en la visión (12,10-12; 16,5-7; 18,10.16-17,18-19). Exhortaciones al gozo y a la alegría aparecen en 18,20 y 19,6-8. Esta in(-)teracción entre acción narrada y comentario a modo de canción realizado por grupos o solis(-)tas puede haber sido influido por la tragedia griega.
Aristóteles comenta también la función de la tragedia; «con el recurso a la piedad y el te(-)rror, logra la expurgación de tales pasiones» (.Poética 6,2). El argumento presenta el cambio de bonanza a desgracia de una persona que es honrada pero que se equivoca o es débil. La audiencia siente compasión por su desgracia y teme que algo parecido les ocurra también a ellos. El Ap, como otras obras del mismo tipo, también incitan al temor. Clarifica y subraya el peligro que amenaza a los que son fieles en este mundo, pero presenta también los terro(-)res que aguardan en el mundo posterior a quienes han sido infieles. Véase H. D. Betz en D. Hellholm (ed.), Apocalypticism in the Mediterranean World and Near East (Tubinga 1983) 577-97; A. Yarbro Collins, Crisis and Catharsis (Filadelfia 1985) 152-54.

7 (II) Autor. En el prólogo del libro (1,1-3) , el autor se refiere a sí mismo simplemente como siervo de Dios (v. 1). No se llama ni apóstol ni discípulo de Jesús. Ni siquiera rei(-)vindica el título de profeta, aunque el texto lo relaciona con los profetas y la profecía (10,11; 22,9) . Da autoridad a su mensaje mediante la descripción de su origen celestial.
El primer autor cristiano en hablar del au(-)tor del libro es Justino Mártir. En Diálogo con Trifón, escrito hacia el 160 d.C., identifica al autor del Ap con Juan, uno de los «apóstoles de Cristo» (81). Ireneo es el autor más antiguo conocido en afirmar que tanto el Ap como el cuarto evangelio fueron escritos por Juan, el discípulo del Señor (Adv. Haer. 111,11,1-3; IV,20,11). Hipólito, Tertuliano y Orígenes opi(-)naron lo mismo que Ireneo, tal vez dependien(-)do de él. El Ap era ampliamente conocido y aceptado como Escritura en la segunda mitad del s. II, tanto en oriente como en occidente (Swete, Apocalypse, cviii-cxi).
No obstante, el argumento que atribuye a uno de los Doce la autoría del Ap no es muy convincente. Es posible que Juan, el hijo de Zebedeo, se trasladase hasta Asia Menor y vi(-)viese allí hasta el año 95; pero, sin embargo, no es muy probable. El problema se complica por la tradición según la cual Juan, el hijo de Zebedeo, fue martirizado antes del año 70 (Charles, Commentary, 1, xlv-xlix).
8 La relación entre el Ap y el evangelio de Juan es también un asunto complicado. Mu(-)chos han llamado la atención de las diferen(-)cias que hay entre las dos obras tanto en esti(-)lo como en la lengua griega y la teología, especialmente en escatología. Son tan grandes estas diferencias que las teorías que han in(-)tentado explicarlas mediante la acción de dife(-)rentes escribas o secretarios o por el paso del tiempo no han conseguido ser convincentes. Hay ciertas semejanzas entre los dos, como el uso del título «cordero» para Cristo (pero los términos gr. son diferentes: Jn 1,29.36; Ap 5,6; 6,16; etc.), y frases como «agua viva» (Jn 4,10-11; 7,38) y «agua de vida» (Ap 7,17; 21,6; 22,1.17) . Sin embargo, estas semejanzas pue(-)den explicarse mejor por la dependencia de las dos obras de una tradición cristiana anterior, o incluso por su adaptación independiente de la tradición judía (véase E. Schüsler Fiorenza, NTS 23 [1976-1977] 402-27).
9 Las teorías según las cuales el Ap es una obra pseudonímica o que fue escrita por Juan el Anciano (o el Presbítero; véase Eusebio, HE 3,19) no han conseguido amplia aceptación. Parece mejor concluir que el autor fue un pro(-)feta cristiano de nombre Juan, desconocido por lo demás. La autoridad del libro reside en la virtualidad del propio texto y en el hecho de que la Iglesia lo incluyó en el canon.
10 (III) Fecha de composición. La ma(-)yoría de los escritores cristianos que tratan de este asunto dicen que el Ap fue escrito hacia fi(-)nales del reino de Domiciano (81-96 d.C.: Ire(-)neo, Adv. Haer. V,30,3); Clemente de Alejan(-)dría, Quis dives 42; Orígenes, ln Matt. 16,6; Victorino, In Apoc. 10,11; 17,10; Eusebio, HE 3,18.20.23; Jerónimo, De Viris Illustr. 9). Unas pocas fuentes antiguas, pero no muy primiti(-)vas, dan otra fecha al Apocalipsis. Epifanio si(-)túa el exilio y regreso de Juan durante el rei(-)nado de Claudio (Haer. 51,12.32; ? Historia, 75:175). Los títulos de las dos versiones siria(-)cas del Ap datan el destierro de Juan durante el reinado de Nerón. Jerónimo (Adv. Jovin. 1,26) dice que Tertuliano confirma la fecha del exilio durante el reinado de Nerón (cf. Tertualiano, Scorp. 15). Teofilacto relaciona el des(-)tierro de Juan con Trajano (In Matt. 20,22).
11 Estos comentarios de escritores anti(-)guos constituyen la prueba externa de la fecha de composición del Ap. La prueba interna es también importante, por ejemplo, las alusiones dentro del texto a situaciones históricas y acon(-)tecimientos que señalan al tiempo de su redac(-)ción. Sin embargo, debemos utilizar estas alu(-)siones con mucho cuidado, por la posibilidad de que Juan incorporara tradiciones anterio(-)res, o incluso fuentes con términos ya fijados, a su obra. Un buen principio metodológico es que una obra debe datarse de acuerdo con la última alusión histórica que contiene.
Ap 11,1-2 parece implicar que el Templo te(-)rreno, histórico, de Jerusalén estaba aún en pie cuando se escribió el Ap. J. A. T. Robinson sostenía, sobre la base de este pasaje, que el Ap en su totalidad fue escrito antes del 70 d.C. (Redating the New Testament [Filadelfia 1976] 238-42). Robinson, sin embargo, no consiguió refutar los argumentos de los exegetas ante(-)riores para los que este pasaje pertenece a una fuente asumida por Juan. Es probable que in(-)terpretara la referencia al Templo en un senti(-)do espiritual (véase Yarbro Collins, Crisis [? 6 supra] 64-69).
Otros datos internos hacen altamente impro(-)bable que el Ap en su totalidad fuera compues(-)to antes de la destrucción de Jerusalén en el 70. Nos referimos a la frecuente aparición de «Ba(-)bilonia» y al hecho de que Roma era el más an(-)tiguo antitipo de la ciudad (14,8; 16,19; 17,5; 18,2.10.21). La mayoría de los comentadores han reconocido que Babilonia es el nombre sim(-)bólico de Roma, pero no han visto cómo esto puede aplicarse para datar el libro. El nombre «Babilonia» es por lo general considerado como símbolo del poder político, del exceso de lujo o de la decadencia. Una adecuada interpretación histórica de este símbolo tipológico debería te(-)ner en cuenta el lenguaje tipológico judío sobre Roma de este mismo período. «Egipto», «Kittim» y «Edom» son otros tipos de Roma, junto a «Babilonia», en las fuentes judías del período del Segundo Templo y en la literatura rabínica. La mayoría de los casos donde Babilonia es tipo de Roma se encuentran en 2 Esd 3-14, ApBar (gr) y OrSib 5. En cada una de estas obras, el contexto clarifica por qué Roma es presentada como el antitipo de Babilonia (2 Esd 3,1-2.28-31; ApBar [gr] 10,1-3; 11,1; 67,7; OrSib 5,143.59). Su semejanza reside en su papel como agentes destructores del Templo y de Jerusalén. Es pro(-)bable que Juan, o bien asumió esta tradición de sus compatriotas judíos, o que su forma de pen(-)sar fuera análoga a la que se encuentra en estos textos citados. Así pues, el uso de esta tipología claramente implica que el Ap en su forma actual fue compuesto después del año 70. El resto de los datos internos es compatible con una fecha posterior al 70. Por tanto, parece que no hay na(-)da que se oponga a la datación tradicional del Ap atestiguada por Ireneo y otros escritores cris(-)tianos antiguos, a saber, durante el reinado de Domiciano (95-96 d.C.).
12 La aceptación de esta datación tradi(-)cional, sin embargo, no implica la confirma(-)ción de la tradición según la cual el Ap fue es(-)crito como respuesta a la gran persecución de los cristianos durante el reino de Domiciano. La tradición cristiana primitiva afirma que Nerón fue el primer emperador que persiguió a los cristianos, y Domiciano fue el segundo. El más antiguo escritor conocido que presen(-)ta esta opinión es Melitón de Sardes, que fue obispo de esta ciudad en torno al 160-170 d.C. Un pasaje de su libro perdido Para Antonino es citado por Eusebio (HE 4,26.5-11). Esta obra era una apología del cristianismo dedicada al emperador Marco Aurelio. Es tendenciosa la presentación que hace de las actitudes del em(-)perador hacia los cristianos. La tesis de Me(-)litón es que sólo aquellos emperadores que tenían mala reputación entre los mismos ro(-)manos persiguieron a los cristianos, no por(-)que hubiera algo malo en el cristianismo, sino por su ignorancia o mala voluntad. De hecho, Nerón hizo perseguir a los cristianos, y era muy impopular entre los romanos de rango senatorial. Domiciano fue llamado el segundo Nerón por algunos escritores latinos (Juvenal, Sat. 4,38; Plinio, Paneg. 53,3-4). Tras la muer(-)te de Domiciano, el senado aprobó un decreto de damnatio memoriae contra él. Esto impli(-)caba que su apellido no sería perpetuado por su familia, que sus imágenes serían destruidas y que su nombre sería eliminado de todas las inscripciones. Para Melitón fue fácil, por tan(-)to, relacionar a los dos emperadores y exage(-)rar las acciones localmente ocasionales contra los cristianos mediante una persecución siste(-)mática.
Algunas veces se dan los nombres de los cristianos perseguidos por Domiciano, pero una verificación crítica nos lleva a la conclu(-)sión de que pueden haber sido simpatizantes del judaismo, que, probablemente, no eran cristianos (E. M. Smallwood, CP 51 [1956] 1.7-9; A. A. Bell, NTS 25 [1978-79] 94-96). Una vez Melitón caracterizó a Domiciano como perse(-)guidor, esta caracterización se hizo tradicio(-)nal. Se añadieron detalles y los nombres con(-)cretos de las víctimas (véase J. Moreau, NClio 5 [1953] 125). Leído a la luz de esta tradición, el Ap no parece reflejar una situación de seve(-)ra persecución. Pero una mirada más atenta nos revela algunos incidentes de una persecu(-)ción real: el destierro de Juan (1,9), la ejecu(-)ción de Antipas (2,13) y la expectativa del arresto de unos cristianos de Esmirna (2,10). Estos incidentes están muy localizados y, pro(-)bablemente, son cercanos a la redacción de la obra. Las alusiones a la persecución en las vi(-)siones no reflejan necesariamente aconteci(-)mientos contemporáneos y localizados. Más bien, estas visiones son interpretaciones de las persecuciones del pasado, como la de Nerón, y prolegómenos de una dura persecución en el futuro cercano.
13 (IV) Composición y estructura. Hay poco consenso entre los exegetas sobre la es(-)tructura de conjunto del Ap. El problema de su estructura procede de la presencia de numero(-)sos pasajes paralelos y repeticiones dentro de la obra, y de la quiebra ocasional de hilo na(-)rrativo. En particular, los pasajes paralelos un tanto chocantes son los siete mensajes, los sie(-)te sellos, las siete trompetas y las siete copas. Son especialmente cercanos los paralelos en(-)tre las trompetas y las copas. Los aconteci(-)mientos relacionados con la sexta copa (16,12-16) parecen repetir los que siguen a la sexta trompeta (9,13-21). La secuencia de la suce(-)sión lógica de acontecimientos se quiebra es(-)pecialmente entre 11,19 y 12,1, y entre 19,10 y 19,11. Una cuestión fundamental es saber si estas anomalías se explican mejor por la com(-)pilación de fuentes (crítica de las fuentes), o por una serie de redacciones del texto (crítica de la redacción y composición), o como expre(-)sión del diseño literario original del autor.
El comentario más antiguo que ha sobrevi(-)vido sobre el Ap es el de Victorino de Pettau (ca. 275-300). Reconoció la semejanza entre las trompetas y las copas, concluyendo que ambas series predicen el castigo escatológico de los infieles. Este supuesto de una repetición intencionada fue también aceptado por el donatista Ticonio y por Agustín. Este enfoque, que se llamó teoría de la recapitulación, ha do(-)minado la exégesis del Ap durante siglos.
En el s. XIX, la crítica de las fuentes se manifestó altamente provechosa en el análi(-)sis del Pentateuco y de los evangelios sinópti(-)cos (? Pentateuco, 1:6-8; ? Problema sinóptico, 40:13-44). Muchos especialistas llegaron a creer que la crítica de las fuentes podría expli(-)car las repeticiones y otras anomalías del Ap mucho mejor que la teoría de la recapitula(-)ción. Sostenían que el Ap fue compuesto me(-)diante la compilación de varias fuentes, super(-)ficialmente redactadas y editadas por el autor (véase el resumen de R. H. Charles, Studies in the Apocalypse [Edimburgo 21915] 185-90). Es(-)te enfoque fue sido asumido por unos pocos especialistas durante el s. XX. M.-É. Boismard (RB 56 [1949] 507-41; 59 [1952] 178-81) soste(-)nía que Juan escribió tres composiciones in(-)dependientes, un apocalipsis en el reinado de Nerón, otro en tiempos de Domiciano y las cartas a las siete iglesias; cerca del final del reinado de Domiciano (ca. 95), un editor com(-)binó estos tres documentos dando forma final
al Ap. J. M. Ford (Revelation) proponía que los caps. 4-11 eran originalmente un apocalipsis judío que fue tomando forma oral a lo largo del tiempo y bajo la influencia de Juan el Bau(-)tista. De acuerdo con su perspectiva, los caps.
12-22 eran también un apocalipsis judío, ori(-)ginalmente independiente, que fue compuesto en los años 60. Un discípulo de Juan el Bau(-)tista, judeocristiano, combinó estas fuentes y añadió los caps. 1-3 y 22,16a.20b.21.
14 A finales del s. XIX y en la primera mi(-)tad del s. XX, algunos comentaristas se opusie(-)ron a las teorías procedentes de la crítica de las fuentes, por la consistencia de la perspectiva teológica a lo largo de toda la obra, de las imá(-)genes y símbolos, del lenguaje y el estilo (p.ej., Bousset, Swete, Charles). Estudios lingüísticos recientes han confirmado la unidad fundamen(-)tal del Ap (p.ej., G. Mussies, The Morphology of Koine Greek as Used in the Apocalypse of John, NovTSup 27, Leiden 1971). Esta unidad de conjunto implica que el Ap debe su forma ac(-)tual a un solo autor, pero no excluye la posibi(-)lidad de que el autor utilizara fuentes orales o incluso escritas, o que la obra fuese editada por el autor una o más veces.
15 Al ser restablecida la unidad básica del Ap entre los especialistas, se reavivó la teoría de la recapitulación de forma modificada co(-)mo clave de acceso a la comprensión de la composición del Ap (G. Bomkamm, ZNW 36 [1937] 132-49; A. Yarbro Collins, The Combat Myth in the Book of Revelation [HDR 9, Missoula 1976] 8-13.32-44). Muchos han conside(-)rado el número siete como principio clave de organización (Lohmeyer, Offenbarung; J. W. Bowman, The Drama of the Book of Revelation [Filadelfia 1955]; Farrer, Revelation). Otros han preferido un enfoque más temático, con la intención de comprender forma y contenido conjuntamente (p.ej., E. Schüssler Fiorenza, CBQ 30 [1968] 537-69; CBQ 39 [1977] 344-66).
Otros han intentado explicar la estructura de las unidades más pequeñas e incluso de la com(-)posición global del Ap como inspirado en mo(-)delos incorporados en textos proféticos y apo(-)calípticos judíos más antiguos. A. Feuillet ha propuesto que el principio de organización del Ap es el modelo de oráculos contra Israel se(-)guido por los oráculos contra las naciones, un modelo que se encuentra en Ez 25-32. Según su perspectiva, Ap 4-11 describe la ira de Dios con(-)tra Israel, y los caps. 12-22 presenta la destruc(-)ción del adversario gentil, Roma (Johannine Studies [Staten Island 1965] 183-256; The Apo(-)calypse [Staten Island 1964]). La destrucción de Babilonia/Roma es, ciertamente, un tema fun(-)damental en los caps. 12-22. A la destrucción de Jerusalén se alude, al menos, en el cap. 11. Pe(-)ro no hay indicación alguna de que los sellos y las trompetas estén dirigidos contra Israel. Cf. M. Hopkins, CBQ 27 (1965) 42-47.
16 (V) Contenido. La siguiente tabla de contenidos se basa en la convicción de que la estructura del Ap es el resultado del diseño li(-)terario del autor, y de que tanto la recapitula(-)ción como el número siete son importantes ele(-)mentos de organización. También admite que el relato, en ocasiones, comienza en punto ce(-)ro, en lugar de presentar los acontecimientos en una sucesión consecuente clara.

(I) Prólogo (1,1-3)
(A) Descripción del libro (1,1-2)
(B) Bienaventuranza para quienes acojan el libro (1,3)
(II) Marco epistolar (1,4-22,21)
(A) Introducción (1,4-6)
(B) Dos dichos proféticos (1,7-8)
(C) Informe de la experiencia de revelación (1,9-22,5)
(a) Contexto de la escena (1,9-10a)
(b) La experiencia de revelación (1,10b-22,5)
(i) Primer ciclo de las visiones (1,10b-11,19)
(1) Epifanía de Cristo a Juan con siete mensajes (l,10b-3,22)
(a) A Éfeso (2,1-7)
(b) A Esmirna (2,8-11)
(c) A Pérgamo (2,12-17)
(d) A Tiatira (2,18-29)
(e) A Sardes (3,1-6)
(f) A Filadelfia (3,7-13)
(g) A Laodicea (3,14-22)
(2) El rollo con los siete sellos (4,1-8,5)
(a) La corte celestial (4,1-11)
(b) El rollo y el cordero (5,1-14)
(c) Los primeros cuatro se(-)llos (6,1-8)
(d) El quinto y sexto sellos (6,9-17)
(e) Inserción de dos visio(-)nes (7,1-17)
(1) 144.000 sellados , (7,1-8)
(2) La salvación de una muchedumbre in(-)mensa (7,9-17)
(f) El séptimo sello y la vi(-)sión del ángel que ofrece oraciones por los santos (8,1-5)
(3) Las siete trompetas (8,2-11,19)
(a) Las primeras cuatro trompetas (8,2.6-12)
(b) El águila y los tres «ay»; trompetas quinta y sex(-)ta (8,13-9,21).
(c) Inserción de dos visio(-)nes (10,1-11,13)
(l)Un ángel poderoso y un pequeño rollo abierto (10,1-11)
(2) El Templo y los dos testigos (11,1-13)
(d) La séptima trompeta (11,15-19)
(II) Segundo ciclo de visiones (12,1-22,5)
(1) Visiones simbólicas que re(-)velan los secretos del pasado, presente y futuro (12,1-15,4)
(a) La mujer y el dragón (12,1-17)
(b) La bestia que sale del mar (13,1-10)
(c) La bestia que sale de la tierra (13,11-18)
(d) El cordero y los 144.000 (14,1-5)
(e) Los tres ángeles (14,6-13)
(f) Cosecha v vendimia (14,14-20)
(g) La salvación de los ven(-)cedores (15,2-4)
(2) Las siete copas (15,1-19,10)
(a) Siete ángeles con las últi(-)mas plagas (15,1.5-16,1)
(b) Las primeras cuatro co(-)pas (16,2-9)
(c) Las últimas tres copas (16,10-21)
(d) Elaboración de la sépti(-)ma copa: naturaleza y caída de «Babilonia» (17,1-19,10)
(l') Una mujer sentada sobre una bestia co(-)lor escarlata (17,1-8)
(2) Predicción apoca(-)líptica del juicio di(-)vino contra «Babilonia» (18,1-24)
(3) Alegría en el cielo (19,1-10)
(3) Visiones de las cosas últi(-)mas (19,11-22,5)
(a) La segunda venida de Cristo (19,11-16)
(b) Invitación al «banque(-)te» (19,17-18)
(c) La batalla final (19,19-21)
(d) El apresamiento de Sa(-)tanás (20,1-3)
(e) El reino de los mil años (20,4-10)
(/) El juicio final (20,11-15)
(g) Nuevos cielos, nueva tierra v nueva Jerusalén (21,1-8)
(h) Elaboración de la vi(-)sión de la nueva Jerusa(-)lén (21,9-22,5)
(1) La ciudad, sus puer(-)tas y sus murallas (21,9-21)
(2) Los habitantes de la ciudad (21,22-27) (3') El río y el árbol de la vida (22,1-5)
(D) Dichos individuales (22,6-20)
(a) Dicho sobre la naturaleza y origen del libro (22,6)
(b) Oráculo implícitamente atribuido a Cristo: se trata de una predicción apocalíptica (22,7a)
(c) Una bienaventuranza para quienes acojan el libro (22,7b)
(d) Identificación del visionario con su nombre (22,8a)
(e) Reacción del visionario y respuesta de los ángeles (22,8b-9)
(f) Orden del revelador al visionario (22,10)
(g) Amenaza de juicio y promesa de salvación (22,11-12)
(h) Oráculo de autorrevelación implíci(-)tamente atribuido a Cristo (22,13)
(i) Promesa de salvación y amenaza de juicio (22,14-15)
(j) Autoidentificación del Revelador (22,16)
(k) Invitación al agua de vida (22,17)
(1) Amenaza de juicio contra quienes violen la integridad del libro (22,18-19)
(m) Oráculo implícitamente atribuido a Cristo: predicción apocalíptica (22,20a)
(n) Respuesta al oráculo (22,20b)
(E) Bendición epistolar final (22,21)
(Sobre la forma literaria del informe mediante sueño-visión, véase J. S. Hanson, ANRW, 11/23.2, 1395-497.)