Hechos de los Apóstoles
Richard J. Dillon


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INTRODUCCION

2 (I) Identidad del autor.
Como los cua(-)tro evangelios, el libro de los Hechos es una obra anónima, lo que significa que la identidad del autor no se afirma en el texto. Las primeras atribuciones del tercer evangelio y de Hechos a Lucas, el compañero de Pablo que era oriundo de Antioquía, aparecen en documentos de fi(-)nales del s. II: el Prólogo antimarcionita de Lu(-)cas; Ireneo, Ad. Haer. 3.1.1; 3.14.1; y el canon de Muratori (cf. SQE 533-38). Aunque no se pone realmente en cuestión la continuidad de plan y autor entre los dos libros dedicados a Teófilo, tanto la identidad del autor como el va(-)lor histórico de sus fuentes son objeto de una permanente disputa entre escuelas de pensa(-)miento más o menos definidas. Una de estas escuelas, en la que predominan autores de len(-)gua inglesa (pero cf. Hengel, Acts 66), insiste en el fundamento histórico de los conocidos pasajes «nosotros» que aparecen en el libro de Hechos (16,10-17; 20,5-8.13-15; 21,1-18; 27,1-28,16), en los que el autor parece situarse entre los compañeros de Pablo que en ciertos mo(-)mentos, extrañamente esporádicos, le acompa(-)ñaban en sus viajes de misión. La otra escuela, cuyos miembros son en su mayoría de lengua alemana (pero cf. Cadbury, The Making 219.274-76; ONeill, Theology, cap. 1; V. Rob(-)bins, PerspLA 241-42), llama la atención sobre las importantes diferencias que existen entre la presentación que el libro de Hechos hace de Pablo y los testimonios de primera mano que encontramos en sus cartas auténticas (cf. P. Vielhauer, StLA 33-50). El valor global de He(-)chos como fuente histórica no depende del equilibrio entre ambas posiciones, aunque son muchos los que opinan que la autoridad canó(-)nica del autor está inadmisiblemente compro(-)metida por cualquier negación de sus creden(-)ciales como testigo de Pablo.
Cada una de las posiciones en contienda en(-)cuentra serias dificultades para admitir los da(-)tos aducidos por el contrario. Quienes niegan que hubiera existido una relación personal en(-)tre Lucas y Pablo no se ponen de acuerdo en si los pasajes «nosotros» proceden de una fuente intermitente o de la propia técnica literaria del autor, ni tampoco sobre lo que, en todo caso, pretendía el autor al introducir de forma tan imprevisible el pronombre «nosotros» (cf. E. Plümacher, ZNW 68 [1977] 9-12). Los que sos(-)tienen que fue el compañero de Pablo quien escribió el libro integrándose en el «nosotros» (cf. Col 4,14; Flm 24) tienden a suavizar los rasgos tan poco conocidos del Pablo lucano, explicándolos por la limitada participación de Lucas en sus viajes (¡cf. 2 Tim 4,11!) y el inter(-)valo de treinta años que había transcurrido, o dando mayor importancia a las convergencias que a las diferencias, aun cuando estas últi(-)mas incluyan cuestiones tan fundamentales como los métodos misioneros de Pablo, su ac(-)titud con respecto a la ley mosaica, o incluso el motivo de su fatídico último viaje a Jerusa(-)lén (en el que participó el «nosotros» [21,1-18] ; -102.126 infra).
3 Por mi parte, opino que la interpreta(-)ción de los rasgos característicos del Pablo lu(-)cano no encuentra apoyo alguno en el argu(-)mento que sostiene que el escritor de Hechos fue compañero suyo. Con esto no quiero decir (1) que podamos minimizar las dificultades que entraña explicar de otro modo la presen(-)cia del «nosotros», ni (2) que nos dediquemos sistemáticamente a intensificar las discordan(-)cias entre Lucas y Pablo infravalorando sus concordancias. Con relación a la primera cuestión, podemos decir que es probable que la utilización del «nosotros» sea un recurso estilístico y no un indicio de un material pro(-)cedente de una fuente que fue abruptamente introducido en la obra. La presencia de la pri(-)mera persona, especialmente en los viajes ma(-)rítimos de Pablo, podría certificar la autentici(-)dad del material lucano de modo especial (cf. Lc 1,3-4), mediante la que respondía a la preo(-)cupación por la garantía del testimonio ocular que también encontramos en otros historiado(-)res contemporáneos como Polibio y Luciano. Con ello, Lucas no pretendía presentarse co(-)mo un viajero (no obstante Plümacher, ZNW68 [1977] 17-22; Weiser, Apg. 392), sino, más j bien, certificar su relato, en particular; los moi mentos cruciales del itinerario misionero de; Pablo por mar (Robbins, PerspLA 237), con la 1 información de un testigo ocular (Schneider, Apg. 1.93-94). Cf. comentario sobre 27,1-44;-? 126-27 infra.
Con relación a la segunda cuestión, la hipó(-)tesis de que el «nosotros» es un recurso utili(-)zado por Lucas para certificar su información no compromete la veracidad histórica de los relatos en los que aparece. «Lo que es ficticio es solamente la Ia pers. del pl., no necesaria(-)mente el relato que se cuenta» (E. Plümacher, TRu 49 [1984] 124). Las secciones narrativas en primera persona, y, por supuesto, gran par(-)te del resto del relato de Hechos, pueden ba(-)sarse en tradiciones de gran valor histórico, e incluso, tal vez, el mismo hilo argumentativo, como ocurre en los capítulos donde aparece Pablo. Lo que se pone altamente en cuestión es el hecho de que Lucas esté realmente recor(-)dando el ministerio de Pablo, precisamente por los numerosos elementos que faltan en su presentación: no se dice nada de sus cartas, no se recoge ningún trazo «del cuadro, extensa(-)mente pintado en las epístolas, que presenta a Pablo como centro de controversia en la Igle(-)sia», y la diferencia entre la misión de Pablo y, por ejemplo, la de Pedro, Esteban o Felipe es casi inexistente (Maddox, Purpose 70). Lucas es el historiador que resume y perfila el pasa(-)do; no un actor del relato que cuenta en sus dos libros.
4 La gran importancia que se atribuye a Pablo en la historia narrada por Hechos sugie(-)re que se escribió en una comunidad de su ám(-)bito misionero, concretamente, en una en la que la leyenda sobre el apóstol había dejado ya muy atrás cualquier asimilación de sus cartas. La exacta localización de esta comunidad es meramente conjetural. Sabemos que el tercer evangelio se redactó con posterioridad al año 70, y que, probablemente, hacia el año 100 d.C. ya estaba en circulación el corpus com(-)pleto de las cartas. Así que la fecha amplia(-)mente aceptada para el libro de Hechos oscila entre los años 80 y 90 (cf. Kümmel, INT 185-87; Wik-Schm, INT 376-79; H. Conzelmann, en StLA 298-316).

5 (II) Forma literaria y finalidad. Las importantes cuestiones de por qué Lucas es(-)cribió este libro complementario a su evange(-)lio y qué intención tuvo al combinarlos están estrechamente relacionadas con el complica(-)do problema del género literario de las dos obras. Algunos autores insisten en que He(-)chos, al igual que los evangelios, pertenece a una nueva forma literaria que carecía de para(-)lelos (Kümmel, INT 116). Normalmente, las investigaciones que se han centrado en la cuestión del género literario han conducido a la separación de las dos obras lucanas, pues los especialistas daban por supuesto que la fi(-)nalidad del evangelio era claramente evidente, mientras que la de Hechos requería una expli(-)cación (Maddox, Purpose 19). Además, dado que el autor se complace en imitar una exten(-)sa variedad de convenciones literarias postclásicas, surgió la tentación de generalizar las comparaciones de ciertas partes de la obra pa(-)ra definir el género del libro en su totalidad. En esta perspectiva se ha dicho que podría ca(-)talogarse como una biografía grecorromana (C. H. Talbert; cf. D. L. Barr y J. L. Wentling, Luke-Acts [ed. C. H. Talbert] 63-88), una nove(-)la aretalógica, de la que encontramos eviden(-)tes ejemplos en la literatura apócrifa de praxeis (KINT 2.51-52), e incluso como una novela grecorromana (S. M. Praeder, «LukeActs and the Ancient Novel», SBLASP [1981]1. 269-92; R. J. Karris, «Widows and Mirrors», SBLASP [1979] 1.47-58). La deficiencia que encontramos en todas estas propuestas es que el interés principal de nuestro autor no se cen(-)tra en los actores individuales ni en sus desti(-)nos o vicisitudes, sino en el progreso de la pa(-)labra de salvación a partir del curso que se le fija en 1,8. Sin embargo, los numerosos inten(-)tos de catalogar Hechos como un tratado apo(-)logético o de controversia (cf. Maddox, Pur(-)pose 19-21) que tenía por objeto defender el evangelio contra los detractores de Pablo o del cristianismo, o tal vez contra corrientes heréti(-)cas dentro del redil, corren el riesgo de conver(-)tir los asuntos parciales tratados por el autor en la finalidad general de su obra, ignorando el hecho, reiteradamente demostrado por el texto (cf. Lc 1,3-4), de que «Lucas-Hechos es, en to(-)dos sus aspectos, un libro dedicado a clarificar la autocomprensión cristiana», no un discurso evangelizador o polémico dirigido a los de fue(-)ra (ibid. 181).
Un enfoque sobre este problema que resul(-)ta más prometedor, y que goza últimamente de una gran aceptación, supone el reconoci(-)miento de dos principios totalmente seguros:
(1) La relación literaria muestra que Lucas y Hechos forman una «unidad histórica y litera(-)ria» (Hengel, Acts 37); (2) las claves más fia(-)bles para entender el carácter y la finalidad de su obra se encuentran en los prólogos exclusi(-)vos de Lucas, que son los únicos textos de to(-)do el NT donde aparece la presencia de un au(-)tor explícito (Dibelius, Studies 123). A juzgar por sus prólogos, Lucas quiso escribir historia con un método impecable (Lc 1,3), ajustando su tarea a la altura de la materia tratada (Plü(-)macher, Lukas 22-31.137). Algunos autores se han aventurado a definir más específicamente el género como una «monografía histórica» (Conzelmann, Apg. 7; Hengel, Acts 36), cuyo ras(-)go característico es la exposición de las fuer(-)zas rectoras y las consecuencias de un largo proceso histórico mediante el tratamiento de uno o más de sus episodios clave en una estruc(-)tura narrativa breve (E. Plümacher, Les Actes [ed. J. Kremer] 462-63). Las dos obras luca(-)nas, autosuficientes pero relacionadas, mani(-)fiestan la perspectiva que el autor tenía de to(-)do el proceso de la historia de la salvación, que abarcaba las épocas de la promesa y de su cumplimiento, es decir, de Israel y la Iglesia, que, de este modo, se comprenden y se expli(-)can «monográficamente» en el punto panorá(-)mico de su intersección histórica.
En efecto, cada vez con mayor aceptación, hoy día se considera que la tesis principal de Lucas-Hechos es la continuidad de la historia de la salvación mediante sus encrucijadas cen(-)trales, la vida de Jesús y el nacimiento de la Iglesia, y, en consecuencia, como la mejor cla(-)ve para entender el ambiente de la comunidad y la finalidad de la obra (E. Grásser, Tru 42 [1977] 51-58; E. Plümacher, TRu 48 [1983] 45-51). A partir de los datos que se encuentran en la obra, los exegetas llegan a la conclusión de que en las comunidades lucanas se estaba pro(-)duciendo una «crisis de identidad» o una «cri(-)sis de continuidad», suscitada por el persisten(-)te rechazo de los judíos al evangelio (Hch 13,46-47; 28,24-28) y el progresivo distanciamiento de un cristianismo predominantemen(-)te gentil del pueblo bíblico de la promesa. A Lucas no le preocupaban las razones por las que los judíos rechazaban el evangelio, «sino responder a la auténtica dificultad teológica que este rechazo presentaba a los cristianos» (E. Franklin, Christ the Lord [Filadelfia 1975] 111). ¿Cómo podrían aquellos que no eran ju(-)díos valorar lo que, teniendo sus raíces en el ju(-)daismo, la mayoría de los judíos rechazaba? (Maddox, Purpose 184). Para sostener su tesis de la «continuidad», con el objetivo de hacer frente a este problema, Lucas tenía que esta(-)blecer, por una parte, el nexo histórico entre Is(-)rael y Jesús (Evangelio), y, por otra, entre Jesús y la Iglesia (Hechos), demostrando, de este mo(-)do, la trayectoria completa del plan divino en el que la Iglesia del presente se confirmaba co(-)mo el verdadero destino del camino de Dios con Israel (cf. 15,14-21).

6 (III) Tradición y composición. La apropiación por Lucas de los modelos historiográficos practicados por autores contempo(-)ráneos como Polibio, Dionisio de Halicarnaso, Tácito, Tito Livio, Salustio y Flavio Josefo, im(-)plicaba el uso de estrategias de composición como la inserción de discursos y cartas, los su(-)marios generalizadores y la imitación de los modelos clásicos del discurso, así como tam(-)bién la configuración dramático-episódica del texto. Comentemos, en primer lugar, esta últi(-)ma categoría.
(A) Estilo dramático-episódico. El debate sobre el valor histórico de Hechos se agudiza por el hecho de que el autor se centra en pre(-)sentar «al lector, de forma vivaz, la realidad his(-)tórica, concentrándose en determinados acon(-)tecimientos de carácter paradigmático», e ignorando, la mayoría de las veces, su secuencia cronológica (Hengel, Acts 55-56; cf. Plümacher, Lukas 100-11). Algunos especialistas piensan que tal método hace de Lucas más un narrador edificante que un historiador (así E. Haenchen, StLA 260); pero Hengel insiste en que este mé(-)todo no es «exclusivo» de Lucas, sino que se en(-)cuentra «en la más amplia tradición de la histo(-)riografía helenista» que no sacrificaba la verdad a la «edificación», precisamente porque escogía lo típico, lo ejemplar, lo programático, de entre una gran cantidad de acontecimientos mucho más amplia que las fuentes que tenía a mano (así también E. Gráser, TRu 41 [1976] 192). Los ejemplos más claros de estos episodios dramá(-)ticos independientes son Pentecostés (cap. 2), el martirio de Esteban (caps. 6-7), la conversión de Cornelio (cap. 10), el acuerdo de Jerusalén (cap. 15), la misión ateniense de Pablo (17,16-34) y los sucesivos procesos judiciales (caps. 21-26). Cada uno de estos episodios ha sido con(-)figurado como vehículo de un importante teorema de la teología de la historia de Lucas, cuyo significado va más allá de la misma esce(-)na (Plümacher, Lukas 86.92.101), así que cada uno debe ser juzgado por sus propios méritos como fuente de información histórica.
7 (B) Discursos. El centro de la mayoría de las grandes escenas, anteriormente mencio(-)nadas, es un discurso: de carácter misionero, en los caps. 2.17; un juicio profético, en el cap. 7; un comentario didáctico sobre el aconteci(-)miento que acaba de ocurrir, en los caps. 10.15; o una apología ante la autoridad pública, en los caps. 22.26. La popularidad de los discur(-)sos como recurso historiográfico está bien do(-)cumentada en la literatura helenista, especial(-)mente en obras de la tradición judía (1-3 Mac; Josefo). Siguiendo la célebre máxima de Tucídides (1,22; cf. Dibelius, Studies 140-42), los historiadores insertaban los discursos para mantener el diálogo entre ellos y sus lectores; de aquí que los discursos deban «entenderse menos desde su contexto histórico que desde el contexto del libro como un todo... pues el libro tiene un tema y los discursos contribuyen a de(-)sarrollarlo» (ibid. 174-75). Así pues, todos los discursos de Hechos tienen a Lucas por autor y a sus lectores como público; no es pertinen(-)te, por tanto, preguntarse si los destinatarios representados en la obra habrían entendido al(-)go del argumento (¡p.ej., 17,22-31!).
Un caso especial, que Dibelius pensaba que caía fuera de la analogía con la literatura hele(-)nista, lo constituyen los llamados discursos de misión, de los cuales seis se dirigen a los judíos (2,14-39; 3,12-26; 4,9-12; 5,29-32; 10,34-43; 13,16-41) y dos a los gentiles (14,15-17; 17,22-31) . Su contenido se modela con los contornos tradicionales del primitivo kerigma cristiano, lo que explica el carácter repetitivo de estos pa(-)sajes, pero no nos permite averiguar fácilmen(-)te su preciso trasfondo tradicional. Algunos piensan que reproducen el modelo histórico de la predicación apostólica (C. H. Dodd), o tal vez un esquema kerigmático que ya estaba fijado en tiempos de Lucas (Dibelius, Studies 165); otros consideran que este esquema fue creado por Lucas para sus propios objetivos argumen(-)tativos (Plümacher, Lukas 33-35). En los dis(-)cursos a los judíos, los destinatarios oyen cómo se les acusa a ellos mismos (o a sus antepasa(-)dos): «vosotros matasteis a quien Dios ha resu(-)citado», lo que motiva el llamamiento al arre(-)pentimiento que lleva la argumentación a su clímax. Es posible que este «esquema de con(-)traposición» remita a una antigua fórmula de predicación (Roloff, Apg. 50), tal vez a un mo(-)delo de parénesis sobre el arrepentimiento que se había desarrollado en las sinagogas helenis(-)tas a partir de los reproches deuteronómicos contra Israel por su oposición a los profetas (Wilckens, Missionreden, 200-08; Weiser, Apg. 100). Pero los discursos de misión no constitu(-)yen realmente una excepción a la analogía con i la literatura helenista, que se verifica por todas partes en los discursos de Hechos; éstos no anuncian el evangelio de forma directa, sino que ilustran, conjuntamente con sus marcos escénicos, cómo la predicación apostólica y su recepción avanzan desde la historia cristiana más primitiva hasta el resultado querido por Dios (Plümacher, Lukas 35). La determinación más precisa del trasfondo tradicional de los discursos sigue siendo una cuestión abierta (cf. Plümacher, TRu 49 [1984] 131-35).

8 (C) Mimesis. El sabor arcaico y los se(-)mitismos que encontramos en los discursos di(-)rigidos a los judíos se han considerado como indicios de tradiciones antiguas, pero, con fre(-)cuencia, se trata, más bien, de recursos lite(-)rarios que se utilizaban extensamente en la cultura postclásica, como, por ejemplo, la imi(-)tación (mimesis) de los modelos clásicos y la afectación estilística de la «atmósfera» del ve(-)nerado pasado (arcaísmos). En la sección de Hechos dedicada a la misión bajo la autoridad de los Doce, al igual que en el evangelio lucano, el modelo clásico que se utiliza es la versión de los LXX, que era «la Biblia» de los judíos grecoparlantes. Lo que constituye el procedimien(-)to mimético característico de Lucas no es la ci(-)ta explícita o alusiva de los textos bíblicos, sino la adaptación de su estilo y expresiones. No se trata de una invención suya, sino que «caracte(-)riza a toda una época de la literatura helenis(-)ta», como, por ejemplo, la mimesis clasicista que hallamos en historiadores como Dionisio de Halicarnaso, Josefo, etc. Con su mimetismo de los LXX, así como con sus kerigmas arcai(-)zantes, Lucas cultiva la impresión de los co(-)mienzos de la Iglesia como «tiempo sagrado» sui generis, sellado por el «discurso sagrado» (Plümacher, Lukas 68.74.78). La mimesis de los LXX desaparece tras el cap. 15, al aban(-)donar los Doce el escenario lucano (pero cf. 20,18-35). Sin embargo, la atmósfera de la Atenas clásica se evocará exquisitamente en 17,16-34.

9 (D) Sumarios. Lucas utilizó el sumario generalizador, que había observado en la com(-)posición marcana de la tradición episódica so(-)bre Jesús (Mc 1,32-34.39; 3,10-12), para relle(-)nar los huecos entre episodios independientes. El sumario generaliza los incidentes y cir(-)cunstancias de los episodios narrados, convir(-)tiéndolos en rasgos habituales y típicos de un período (Dibelius, Studies 9-10; Cadbury, The Máking 58; Beginnings 5.392-402). Los princi(-)pales sumarios de Hechos aparecen en los pri(-)meros cinco capítulos, probablemente porque la información de la que disponía Lucas para elaborarlos era más fragmentaria (2,42-47; 4,32-35; 5,11-16). Los sumarios de segunda ca(-)tegoría, normalmente de un único versículo, se encuentran en 1,14; 6,7; 9,31; 12,24; 16,5; 19,20; 28,30-31. Los sumarios no son meros recursos para tapar agujeros, sino que consti(-)tuyen importantes estrategias de composición con las que el autor mantiene la relación entre su argumento y la historia que está contando. En ellos se idealiza el período del ministerio de los apóstoles en Jerusalén y confirman la impresión del lector de que el movimiento cristiano va incrementándose puntualmente siguiendo la voluntad de Dios (Zingg, Wachsen 36-40). Como con su mimesis estilística, la idealización lucana de la comunidad primitiva envuelve aquel período con el esplendor de una «edad de oro», al igual que hacían otros muchos autores de su época con el período clásico (Plümacher, Lukas 16-18).

10 (E) Las fuentes de Hechos. Las habi(-)lidades de Lucas como artista helenista de ta(-)lento no deberían desalentar la investigación de sus fuentes, que ha vuelto a encontrar su justificación tras 20 años, más o menos, de en(-)tusiasmo histórico-redaccional (cf. E. Grásser, TRu 41 [1976] 186-94; E. Plümacher, TRu 49 [1984] 120-38). Con los meros criterios estilís(-)ticos no podemos averiguar el sustrato de las fuentes continuas, precisamente porque el au(-)tor las reelaboró intensamente (cf. Dupont, Sources [?11 infra]; Hengel, Acts 61-62). Ya quedó patente esta misma situación en su evangelio con respecto a Marcos y Q, y de no ser por la posibilidad que nos ofrece la com(-)paración sinóptica hubiera sido imposible identificar sus fuentes. La mayoría de los es(-)pecialistas no admiten la existencia de una fuente continua en la primera mitad de He(-)chos, con excepción de la reciente recupera(-)ción de la antigua hipótesis que postulaba la existencia de una fuente «antioquena» tras los caps. 6-15 (Hengel, Acts 65-66; Lüdemann, Paul [? 11 infra] 25). Ahora bien, después del cap. 15, el libro ofrece una base más segura para desarrollar un análisis de sus fuentes, so(-)bre todo en los informes sobre el segundo y el tercer viaje misionero de Pablo. M. Dibelius propuso la hipótesis de la fuente del «itinera(-)rio» (Studies 5-6.197), que se ha mantenido a lo largo de los años; según Dibelius, podría tratarse de un diario de viaje escrito por un compañero de Pablo. De múltiples formas es(-)ta idea ha vuelto a recuperar su vigor en nues(-)tros días (E. Plümacher, TRu 49 [1984] 123-28.138), y algunos creen que la comparación de las fases del viaje en los caps. 16-21 con las cartas de Pablo darán un apoyo analítico a la documentación prelucana (Lüdemann, Paul [?11 infra] 156; Weiser, Apg. 388-90). La lacó(-)nica valoración que hace G. Schneider es muy acertada: esta fuente es «tan difícil de negar como de delimitar» (Apg. 1.91).

11 (IV) El texto griego de Hechos. Este libro es altamente singular en el conjunto del NT por el hecho de que se transmitió desde muy temprano, tal vez desde principios del s. II, en dos tipos de texto, el «egipcio» (Alejan(-)drino) y el «occidental», sin que ninguno de ellos derivara del otro. El texto «occidental», cuyos testimonios principales son el Codex Bezae (D), la Vetus Latina, el Nuevo Testamen(-)to Heracleense (apparatus), es aproximada(-)mente 1/10 más largo que el «egipcio», que presenta su forma más pura en el Codex Vati(-)canus (B), y menor en las versiones Boharítica y la Vg. La investigación del s. XX se ha de(-)cantado cada vez más a favor del texto «egip(-)cio» como el más cercano al autógrafo de Lucas, principalmente porque el texto «occi(-)dental», más extenso y con omisiones ocasio(-)nales, manifiesta tendencias de una revisión consciente (J. H. Ropes, Beginnings 3.ccxxivccxl; Haenchen, Acts 51-59). Entre éstas, en(-)contramos alteraciones estilísticas y evidentes glosas para enriquecer las expresiones religio(-)sas (6,8; 7,55; 8,39; 13,32; 15,32), clarificar pa(-)labras o situaciones (15,34 lv.; 16,35), suavi(-)zar inconsistencias o anomalías (3,11; 20,15), y para «actualizar» el texto según la praxis y la visión del momento (15,20.29). El sorprenden(-)te alcance de estas iniciativas manifiesta una atmósfera de libertad en la reescritura del tex(-)to, propia de un período previo a las recensio(-)nes oficiales, cuando aún los escribas «no con(-)sideraban Hechos como una escritura santa que nadie podía alterar» (Haenchen, Acts 52). En conjunto, pero especialmente en 15,20.29 y 21,25, el «plus» occidental no añade noveda(-)des sustanciales al libro (C. Martini, en Les Ac(-)tes [ed. J. Kremer] 29); en su mayor parte, au(-)menta, limpia e incluso matiza lo que ya existía. Como excepción, puede que en ocasio(-)nes su testimonio represente la mano de Lucas mejor que sus rivales (¿12,10; 19,1; 27,5? cf. Haenchen, Acts n. 6; 698 n. 7), pero nuestra actitud debería ser sistemáticamente escépti(-)ca, no de ambivalencia «ecléctica» (no obstan(-)te Schneider, Apg. 1.168).
(Boismard, M.-É. y A. Lamouille, Lc text occiden(-)tal des Actes des Apotres: Reconstitution et réhabilitation [2 vols., Synthése 17, París 1984]. Brodie, T., «Greco-Roman Imitation of Texts as a Partial Guide to Lukes Use of Sources», Luke-Acts [ed. C. H. Tal(-)bert] 17-46. Dibelius, Studies 1-25, 84-92, 102-08, 123-85, 194-214. Dodd, C. H., The Apostolic Preaching and Its Developments [Nueva York 1962]. Du(-)pont, J., The Sources of Acts [Nueva York 1964], Haenchen, E., StLA 258-78. Kránkel, Jesús 1-81. Lü(-)demann, G., Paul, Apostle to the Gentiles [Filadelfia 1984] 23-43. Martini, C., Les Actes [ed. J. Kremer] 21-35. Metzger, B. M,, TCGNT 295-503. Plümacher, E., Les Actes [ed. J. Kremer] 547-66; «Wirklichkeitserfahrung und Geschichtsschreibung bei Lukas», ZNW 68 [1977] 2-22. Robbins, V., «The We-Passages in Acts and Ancient Sea Voyages», BR 20 [1975] 5-18; PerspLA 215-42. Schneider, G., «Der Zweck des lukanischen Doppelwerkes», BZ 21 [1977] 45-46. Schweizer, E., StLA 208-16. Talbert, C. H., Literary Pattems [SBLMS 20, 1974] 125-40. Unnik, W. C. van, StLA, 15-32; Les Actes [ed. J. Kremer] 37-60, Vielhauer, P., StLA 33-50. Wilckens, Missionsreden 7-31, 187-224.)

12 (V) Contenido.
(I) Introducción al tiempo de la Iglesia (1,1-26)
(A) Encargo a los testigos y Ascensión de Jesús (1,1-14)
(a) Prólogo (1,1-8)
(b) La ascensión (1,9-14)
(B) Restablecimiento de los Doce (1,15-26)
(II) La misión en Jerusalén (2,1-5,42)
(A) Llamamiento a Israel (2,1-3,26)
(a) El acontecimiento de Pentecostés (2,1-13)
(b) El discurso de Pentecostés (2,14-41)
(c) Primer sumario principal (2,42-47)
(d) La curación en el templo (3,1-11)
(e) Discurso de Pedro en el templo (3,12-26)
(B) Vida y pruebas de la Iglesia apostólica (4,1-5,42)
(a) Pedro y Juan ante el sanedrín (4,1-22)
(b) La oración de los apóstoles (4,23-31)
(c) Segundo sumario principal (4,32-35)
(d) Casos individuales (4,36-5,11)
(e) Tercer sumario principal (5,12-16)
(f) La segunda persecución (5,17-42)
(III) El camino de la misión fuera de Jerusalén (6,1-15,35)
(A) Los helenistas y su mensaje (6,1-8,40)
(a) El encargo a los siete (6,1-7)
(b) El testimonio de Esteban (6,8-8,3)
(i) Misión y proceso (6,8-7,1)
(ii) El discurso de Esteban (7,2-53)
(iii) El martirio de Esteban (7,54-8,3)
(c) Felipe y el avance de la Palabra (8,4-40)
(i) El triunfo del evangelio en Sa(-)marí (8,4-25)
(ii) Felipe y el eunuco etiópico (8,26-40)
(B) El perseguidor se convierte en perse(-)guido (9,1-31)
(a) La conversión de Saulo (9,1-19a)
(b) Predicación y peligro de Saulo en Damasco (9,19b-25)
(c) Confrontación de Saulo en Jerusa(-)lén (9,26-31)
(C) Misión de Pedro (9,32-11,18)
(a) Milagros en Lida y Jope (9,32-43)
(b) La conversión de Comelio y su fa(-)milia (10,1-11,18)
(i) La visión de Cornelio (10,1-8)
(ii) La visión de Pedro (10,9-16)
(iii) Acogida de los mensajeros (10,17-23a)
(iv) Acciones en la casa de Corne(-)lio (10,23b-48)
(v) Pedro cuenta lo sucedido en Jerusalén (11,1-18)
(D) Entre Jerusalén y Antioquía (11,19-12,25)
(a) La primera iglesia de la misión gentil (11,19-30)
(b) Persecución de Herodes y libera(-)ción de Pedro (12,1-25)
(E) Primer viaje misionero de Pablo (13,1-14,28)
(a) Preludio del viaje (13,1-13)
(b) Contienda ganada por Pablo en Chipre (13,4-12)
(c) Misión y rechazo en Antioquía de Pisidia (13,13-52)
(i) Puesta en escena y discurso (13,13-43)
(ii) Los misioneros asediados se di(-)rigen a los gentiles (13,44-52)
(d) Diferentes acogidas en la zona cen(-)tral de Asia Menor (14,1-20)
(i) Iconio (14,1-7)
(ii) Listra y Derbe (14,8-20)
(e) Regreso a Antioquía (14,21-28)
(F) Asamblea de Jerusalén y resolución (15,1-35)
(a) Antecedentes (15,1-5)
(b) Pedro apela a lo acontecido (15,6-12)
(c) Ratificación de Santiago y enmien(-)das (15,13-21)
(d) Resolución (15,22-29)
(e) Consecuencias (15,30-35)
(IV) Camino de Pablo hacia Roma (15,36-28,31)
(A) Las principales misiones de Pablo (15,36-20,38)
(a) Resumen de los viajes de misión (15,36-41)
(b) En camino hacia Europa (16,1-10)
(i) La circuncisión de Timoteo (16,1-5)
(ii) La visión de Pablo (16,6-10)
(c) La misión en Grecia (16,11-18,17)
(i) La evangelización de Filipos (16,11-40)
(ii) Pablo en Tesalónica y Berea (17,1-15)
(iii) Pablo en Atenas (17,16-34)
(iv) Pablo en Corinto (18,1-17)
(d) Regreso a Antioquía y resumen de los viajes (18,18-23)
(e) Misión en Éfeso (18,24-19,40)
(i) Ministerio de Apolo (18,24-28)
(ii) Pablo y los discípulos del Bau(-)tista (19,1-7)
(iii) El poder de la palabra y mila(-)gros de Pablo en Éfeso (19,8-20)
(iv) Revuelta de los orfebres y par(-)tida de Pablo (19,21-40)
(f) Ultimos viajes entre Asia y Grecia (20,1-16)
(i) Hacia Grecia y de regreso a Tróade (20,1-6)
(ii) Resurrección de Eutiquio (20,7-12)
(iii) De Tróade a Mileto (20,13-16)
(g) Pablo se despide de sus misiones (20,17-38)
(B) Pablo, detenido y acusado en Palestina (21,1-26,32)
(a) Regreso a Cesarea (21,1-14)
(b) Prisión y testimonio de Pablo en Jerusalén (21,15-23,11)
(i) Acogida de Pablo por la Iglesia (21,15-26)
(ii) Tumulto y encarcelamiento (21,27-36)
(iii) Defensa de Pablo y apelación a la ley romana (21,37-22,29)
(iv) Pablo ante el sanedrín (22,30-23,11)
(c) Pablo ante el gobernador y el rey en Cesarea (23,12-26,32)
(i) Traslado a Cesarea (23,12-35)
(ii) Audiencia ante el gobernador (24,1-23)
(iii) Confinamiento de Pablo en Cesarea (24,24-27)
(iv) Apelación al césar (25,1-12)
(v) Festo informa al rey Agripa II (25,13-22)
(vi) Pablo ante el rey Agripa (25,23- 26,32)
(C) Último viaje de Pablo y ministerio en Roma (27,1-28,31)
(a) El viaje a Roma (27,1-28,16)
(i) Travesía, naufragio y salvación (27,1-44)
(ii) Pablo en Malta (28,1-10)
(iii) Llegada de Pablo a Roma (28,11-16)
(b) Pablo en Roma (28,17-31)