Genesis 26, 7-13

Los del lugar le preguntaban por su mujer, y él decía: «Es mi hermana.» En efecto, le daba reparo decir: «Es mi mujer», no fuesen a matarle los del lugar por causa de Rebeca, ya que ella era de buen ver. Ya llevaba largo tiempo allí, cuando aconteció que Abimélec, rey de los filisteos, atisbando por una ventana, observó que Isaac estaba solazándose con su mujer Rebeca. Llama Abimélec a Isaac y le dice: «¡Conque es tu mujer! ¿Pues cómo has venido diciendo: Es mi hermana?» Dícele Isaac: «Es que me dije: A ver si voy a morir por causa de ella.» Replicó Abimélec: «¿Qué es lo que nos has hecho? Si por acaso llega a acostarse cualquiera del pueblo con tu mujer, tú nos habrías echado la culpa.» Entonces Abimélec ordenó a todo el pueblo: «Quien tocare a este hombre o a su mujer, morirá sin remedio.»
Isaac sembró en aquella tierra y cosechó aquel año el ciento por uno. Yahvé le bendecía y el hombre se enriquecía, se iba enriqueciendo más y más hasta que se hizo riquísimo.
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