Genesis 32, 7-14

Los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: «Hemos ido donde tu hermano Esaú, y él mismo viene a tu encuentro con cuatrocientos hombres.»
Jacob se asustó mucho y se llenó de angustia; dividió a sus gentes, las ovejas, vacas y camellos, en dos campamentos, y dijo: «Si llega Esaú a uno de los campamentos y lo ataca, se salvará el otro.» Luego dijo Jacob: «¡Oh Dios de mi padre Abrahán y Dios de mi padre Isaac, Yahvé, que me dijiste: “Vuelve a tu tierra y a tu patria, que yo seré bueno contigo”, ¡qué poco merecía yo todas las mercedes y toda la confianza que has dado a tu siervo! Pues con solo mi cayado pasé este Jordán y ahora he venido a formar dos campamentos. Líbrame de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo, no sea que venga y nos ataque, a la madre junto con los hijos. Que fuiste tú quien dijiste: “Yo seré bueno de veras contigo y haré tu descendencia como la arena del mar, que no se puede contar de tanta como hay.”» Y Jacob pasó allí aquella noche.
Tomó de lo que tenía a mano un regalo para su hermano Esaú,
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