Genesis 8, 1-15


Retroceden las aguas.
Acordóse Dios de Noé y de todos los animales y de los ganados que con él estaban en el arca. Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y las aguas decrecieron. Se cerraron las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo. Poco a poco retrocedieron las aguas de sobre la tierra. Al cabo de ciento cincuenta días, las aguas habían menguado, y en el mes séptimo, el día diecisiete del mes, varó el arca sobre los montes de Ararat. Las aguas siguieron menguando paulatinamente hasta el mes décimo, y el día primero del décimo mes asomaron las cumbres de los montes.
Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre. La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la tomó y la metió consigo en el arca. Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca. La paloma vino al atardecer trayendo en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían disminuido las aguas de encima de la tierra. Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él.
El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra.
Noé retiró la cubierta del arca, miró y vio que estaba seca la superficie del suelo.
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra.

Noé sale del arca.
Habló entonces Dios a Noé en estos términos:
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