I Juan 2, 15-17

No améis al mundo
ni lo que hay en el mundo.
Si alguien ama al mundo,
el amor del Padre no está en él. Porque todo cuanto hay en el mundo
—la concupiscencia de la carne,
la concupiscencia de los ojos
y la jactancia de las riquezas—
no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan;
pero quien cumple la voluntad de Dios
permanece para siempre.
Ver contexto