I Macabeos 3, 1-26


III. Judas Macabeo, jefe de los judíos (166-160 a.C.)
Elogio de Judas Macabeo.
Ocupó su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo. Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.
Él dilató la gloria de su pueblo;
como gigante revistió la coraza
y se ciñó sus armas de guerra.
Se empeñó en batallas,
protegiendo al ejército con su espada,
semejante al león en sus hazañas,
como cachorro que ruge sobre su presa.
Persiguió a los impíos hasta sus rincones,
dio a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos,
se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad;
la liberación en su mano alcanzó feliz éxito.
Amargó a muchos reyes,
regocijó a Jacob con sus hazañas;
su recuerdo será eternamente bendecido.
Recorrió las ciudades de Judá,
exterminó de ellas a los impíos
y apartó de Israel la Cólera.
Su nombre llegó a los confines de la tierra
y reunió a los que estaban perdidos.

Primeros éxitos de Judas.
Apolonio reunió paganos y una numerosa fuerza de Samaría para llevar la guerra a Israel. Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga. Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella. Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno a sí una multitud de fieles y gente de guerra, se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.» Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel. Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos hombres. Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el día.» Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos; que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos; nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes; Él los quebrantará ante nosotros; no les temáis.» Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón y su ejército fueron derrotados por él. Los persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los filisteos. Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos, y el espanto se apoderó de los paganos circunvecinos. Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban las batallas de Judas.
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