I Macabeos 4, 26-35

Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias y le comunicaron todo lo que había pasado. Al oírles quedó consternado y abatido, porque a Israel no le había sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía ordenado.

Primera campaña de Lisias.
Al año siguiente, reunió Lisias sesenta mil hombres escogidos y cinco mil jinetes para combatir contra ellos. Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su encuentro con diez mil hombres y, cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas, Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero. Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel, y sus fuerzas y su caballería queden defraudadas. Infúndeles miedo, rompe la confianza que ponen en su fuerza y queden abatidos con su derrota. Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.» Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos cinco mil hombres del ejército de Lisias. Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente, partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.
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