I Macabeos 5, 24-54

Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto. Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad: que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáin, todas ellas ciudades fuertes y grandes; que también los había encerrados en las demás ciudades de la región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día.
Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió. Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza. Cuando, al llegar el día, alzaron la vista los judíos, vieron una muchedumbre innumerable que levantaba escalas e ingenios para tomar la plaza, y había comenzado ya el ataque. Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo, Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por vuestros hermanos.» Y, ordenados en tres columnas, los hizo avanzar detrás del enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones. El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos ocho mil hombres aquel día. Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y, después de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas. Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las restantes ciudades de la región de Galaad. Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente. Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los paganos de nuestro alrededor se le han unido y forman un ejército considerable. Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo. Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.» Judas salió a su encuentro. Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente, pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.»
Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate.» Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los paganos todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar refugio en el templo de Carnáin. Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos los que había dentro. Carnáin fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a Judas.
Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa muchedumbre, para llevarlos al país de Judá. Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras. Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; nos limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle. Entonces Judas hizo correr la voz por el ejército que cada uno tomara posición donde se encontrara. La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos. Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la saqueó y cruzó la ciudad por encima de los cadáveres. Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Betsán. Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá. Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de los suyos.
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