I Macabeos 6, 8-16

Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las cosas como él quería. Muchos días permaneció allí, renovándose sin cesar su profunda tristeza, hasta que sintió que se iba a morir. Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad. Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido bueno y amado en mi gobierno? Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén, cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.»

Advenimiento de Antíoco V.
Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y lo puso al frente de todo su reino. Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y lo preparara para que fuese rey. Allí murió el rey Antíoco el año ciento cuarenta y nueve.
Ver contexto