I Reyes 16, 30-34

Ajab, hijo de Omrí, obró el mal a los ojos de Yahvé, más que todos los que le precedieron. No le bastó seguir los pecados de Jeroboán, hijo de Nebat, sino que, además, tomó por mujer a Jezabel, hija de Itobaal, rey de los sidonios, y se puso a servir a Baal postrándose ante él. Elevó un altar a Baal en el santuario de Baal que edificó en Samaría. Construyó Ajab la estela y prosiguió obrando de forma que irritó a Yahvé, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que le precedieron. En su tiempo, Jiel de Betel reconstruyó Jericó. A costa de Abirón, su primogénito, echó los fundamentos, y a costa de su hijo menor, Segub, erigió las puertas, según la palabra que había dicho Yahvé por boca de Josué, hijo de Nun.
Ver contexto