I Reyes 2, 5-9

«Tú sabes bien lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel: a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Yéter: los asesinó, derramando en tiempo de paz sangre de guerra; ha manchado de sangre inocente la faja de mi cintura y la sandalia de mis pies. Haz lo que tu prudencia te dicte, pero no permitas que sus canas desciendan en paz al Seol. En cambio, a los hijos de Barcilay de Galaad los tratarás con magnanimidad. Los contarás entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se portaron como parientes míos cuando yo huía de tu hermano Absalón. Ahí tienes a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurín, que me lanzó atroces maldiciones el día en que yo iba a Majanáin; pero bajó a mi encuentro al Jordán y entonces le juré por Yahvé: “No te mataré a espada”. Pero tú no lo dejes impune; eres hombre avisado y sabrás qué hacer con él para que sus canas bajen en sangre al Seol.»
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