I Reyes 22, 1-35


5. NUEVA GUERRA ARAMEA
Ajab decide una expedición a Ramot de Galaad.
Pasaron tres años en los que no hubo guerra entre Aram e Israel. Al tercer año, Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel. Éste dijo a sus servidores: «Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece y, sin embargo, no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de Aram.» Dijo a Josafat: «¿Vas a venir conmigo a la guerra contra Ramot de Galaad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Yo haré como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»

Los falsos profetas predicen el éxito.
Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta en este día la palabra de Yahvé.» El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿He de ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Yahvé la entregará en manos del rey.» Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí todavía otro profeta de Yahvé al que consultar?» Dijo el rey de Israel a Josafat: «Hay todavía un hombre para consultar a Yahvé por su medio, pero yo lo odio, pues no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat: «No hable el rey de esta manera.» Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados en sus tronos, vestidos con sus galas, en la era que se encuentra a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas hacían el profeta ante ellos. Sedecías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yahvé: Con éstos acornearás a los arameos hasta acabar con ellos.» Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «Sube contra Ramot de Galaad, tendrás éxito. Yahvé la entregará en manos del rey.»

El profeta Miqueas predice el fracaso.
El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Los oráculos de los profetas a una voz son favorables al rey. Que tu oráculo sea como el de cualquiera de ellos y sea favorable lo que anuncies.» Miqueas respondió: «¡Vive Yahvé que lo que Yahvé me diga, eso anunciaré!» Cuando llegó ante el rey, éste le preguntó: «Miqueas, ¿hemos de marchar en guerra contra Ramot de Galaad o debemos desistir?» Le respondió: «Sube, tendrás éxito. Yahvé la entregará en manos del rey.» Pero el rey dijo: «¿Cuántas veces he de hacerte jurar que no me digas sino sólo la verdad en nombre de Yahvé?» Entonces él dijo:
He visto todo Israel en desbandada
por los montes,
como rebaño sin pastor.
Yahvé ha dicho: «No tienen señor.
Vuelva cada cual en paz a su casa.»
El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que no me profetiza el bien, sino el mal?» Dijo Miqueas: «Por todo ello, escucha la palabra de Yahvé: He visto a Yahvé sentado en su trono, con todo el ejército de los cielos en pie junto a él, a derecha e izquierda. Preguntó Yahvé: “¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?” Entonces unos decían una cosa y otros otra, hasta que el espíritu se adelantó y de pie ante Yahvé dijo: “Yo lo engañaré.” Yahvé le preguntó: “¿De qué modo?” Respondió: “Iré y me convertiré en espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.” Yahvé dijo: “Lo engañarás y vencerás. Ve y haz como dices.” Así pues, Yahvé ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, porque Yahvé ha predicho el mal contra ti.»
Entonces Sedecías, hijo de Quenaaná, se acercó y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla, preguntándole: «¿Por qué camino el espíritu de Yahvé ha pasado de mí para hablar contigo?» Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás en el día aquel, cuando trates de esconderte en la habitación más oculta.» Entonces el rey de Israel sentenció: «Prende a Miqueas y entrégalo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey. Y les dirás: Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y alimentadlo a pan y agua de prisión hasta que yo vuelva victorioso.» Miqueas replicó: «Si vuelves salvo, es que Yahvé no ha hablado por mi boca.»

Muerte de Ajab en Ramot de Galaad.
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat: «Voy a disfrazarme para entrar en combate, pero tú ponte tus vestiduras.» El rey de Israel se disfrazó y entró en combate. Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de los carros: «No ataquéis a chicos ni a grandes, sino sólo al rey de Israel.» Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que éste es el rey de Israel.» Y lo rodearon para cargar sobre él, pero Josafat dio el grito, y, viendo los jefes de los carros que no era él el rey de Israel, dieron vuelta en su persecución.
Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza, y el rey dijo a su auriga: «Da la vuelta a los caballos y sácame de la batalla, porque me siento mal.» Aquel día el combate se prolongó y el rey hubo de ser sostenido en pie en su carro frente a los arameos, hasta que murió al atardecer; la sangre de la herida corría por el fondo del carro.
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