I Reyes 8, 10-29


Dios toma posesión de su templo.
Cuando los sacerdotes salieron del santuario, —pues la nube había llenado el templo de Yahvé—, los sacerdotes no pudieron permanecer ante la nube para completar el servicio, pues la gloria de Yahvé llenaba el templo de Yahvé.
Entonces Salomón dijo:
«Yahvé puso el sol en los cielos,
pero ha decidido habitar en densa nube.
He querido erigirte una morada principesca,
un lugar donde habites para siempre.»

Discurso de Salomón al pueblo.
El rey, volviéndose, bendijo a toda la asamblea de Israel, que se mantenía en pie, y dijo: «Bendito sea Yahvé, Dios de Israel, que con su mano ha cumplido lo que había prometido con su propia boca, diciendo: “Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel no elegí ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel para edificar un templo en el que resida mi Nombre [y no elegí tampoco ningún varón para que fuera príncipe sobre mi pueblo Israel, pero he elegido a Jerusalén para que resida allí mi Nombre], y he elegido a David para que esté al frente de mi pueblo Israel.” Mi padre David acariciaba en su corazón el propósito de construir un templo al Nombre de Yahvé, Dios de Israel, pero Yahvé dijo a David mi padre: “Has acariciado en tu corazón el deseo de construir un templo a mi Nombre; has hecho bien en ello, pero no serás tú el que construya el templo. Un hijo tuyo, salido de tus entrañas, ése será quien construya el templo a mi Nombre.” Yahvé ha cumplido la promesa que pronunció. Me ha establecido como sucesor de mi padre David y me ha sentado sobre el trono de Israel, como Yahvé había dicho, y yo construiré el templo al Nombre de Yahvé, Dios de Israel, y fijaré en él un lugar para el arca en la que se encuentra la alianza que Yahvé pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.»

Oración personal de Salomón.
Salomón se puso en pie ante el altar de Yahvé frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: «Yahvé, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú (que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón,) que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste y que has cumplido en este día con tu mano lo que con tu boca habías prometido. Ahora, pues, Yahvé, Dios de Israel, mantén a tu siervo David mi padre la promesa que le hiciste diciéndole: “Nunca te faltará uno de los tuyos en mi presencia que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos guarden su camino, procediendo ante mí como tú has procedido.” Y ahora, Dios de Israel, cúmplase la palabra que dijiste a tu siervo David, mi padre. ¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he construido! Inclínate a la plegaria y a la súplica de tu siervo, Yahvé, Dios mío. Escucha el clamor y la plegaria que tu siervo entona hoy en tu presencia. Que día y noche tus ojos estén abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que dijiste: “Allí estará mi Nombre”. Escucha la plegaria que tu servidor entona en dirección a este lugar.
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