I Reyes 8, 31-53


Súplicas por el pueblo.
«Si un hombre peca contra su prójimo y éste pronuncia una imprecación para traer maldición sobre él y viene con su imprecación ante tu altar en este templo, escucha tú en los cielos; intervén y juzga a tus siervos; declara culpable al malo, de modo que su conducta recaiga sobre su cabeza, e inocente al justo, retribuyéndole según su justicia.
«Cuando tu pueblo Israel haya sido derrotado por un enemigo, por haber pecado contra ti, y se vuelva a ti y alabe tu Nombre, ore y suplique ante ti en este templo, escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelos a la tierra que diste a sus padres.
«Cuando, por haber pecado contra ti, los cielos se cierren y deje de haber lluvia, y acudan a orar en este lugar y alaben tu Nombre y se conviertan de su pecado porque los humillaste, escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el buen camino que deberán seguir, y envía lluvia a la tierra que diste en herencia a tu pueblo.
«Cuando en el país haya hambre, peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando el enemigo ponga asedio en una de sus puertas, en la desgracia o la enfermedad de cualquier persona (o de todo el pueblo de Israel), que conozca la aflicción en su corazón, eleve plegarias y súplicas y extienda sus manos hacia este templo, escucha tú en los cielos, lugar de tu morada, perdona e intervén, dando a cada uno según su merecido, tú que conoces su corazón, tú el único que conoce el corazón de los hijos de los hombres, de modo que te respeten a lo largo de los días que vivan en la tierra que diste a nuestros padres.

Otras oraciones.
«También al extranjero, al que no es de tu pueblo Israel y viene de un país lejano a orar en este templo a causa de tu Nombre, —porque oirán hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo extendido—, escúchalo tú en los cielos, lugar de tu morada; haz al extranjero según lo que te pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te respeten como tu pueblo Israel, y reconozcan que tu Nombre es invocado en este templo que yo he construido.
«Cuando tu pueblo salga a la guerra contra el enemigo, por el camino por el que le envíes, y supliquen a Yahvé vueltos hacia la ciudad que has elegido y hacia el templo que he construido para tu Nombre, escucha tú en los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia. Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú, irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus vencedores los deporten al país enemigo, lejano o próximo, si en la tierra de sus dominadores se convierten en su corazón, se arrepienten y te suplican, diciendo: “Hemos pecado, hemos actuado perversamente, nos hemos hecho culpables”, si en el país de los enemigos que los deportaron se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma y te suplican vueltos hacia la tierra que diste a sus padres y hacia la ciudad que has elegido y el templo que he edificado a tu Nombre, escucha tú en los cielos, lugar de tu morada ; perdona a tu pueblo lo que ha pecado contra ti, todas las rebeliones que cometieron; concédeles que encuentren la compasión de sus dominadores para que se apiaden de ellos, porque son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, del crisol del hierro.

Conclusión de la plegaria y bendición del pueblo.
«Estén abiertos tus ojos a la súplica de tu siervo, a la súplica de tu pueblo Israel, para escucharles en cuanto te imploren. Porque tú, Señor Yahvé, los apartaste para ti, en herencia, entre todos los pueblos de la tierra, según dijiste a través de Moisés tu siervo cuando sacaste a nuestros padres de Egipto.»
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