I Reyes 8, 34-40

escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelos a la tierra que diste a sus padres.
«Cuando, por haber pecado contra ti, los cielos se cierren y deje de haber lluvia, y acudan a orar en este lugar y alaben tu Nombre y se conviertan de su pecado porque los humillaste, escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el buen camino que deberán seguir, y envía lluvia a la tierra que diste en herencia a tu pueblo.
«Cuando en el país haya hambre, peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando el enemigo ponga asedio en una de sus puertas, en la desgracia o la enfermedad de cualquier persona (o de todo el pueblo de Israel), que conozca la aflicción en su corazón, eleve plegarias y súplicas y extienda sus manos hacia este templo, escucha tú en los cielos, lugar de tu morada, perdona e intervén, dando a cada uno según su merecido, tú que conoces su corazón, tú el único que conoce el corazón de los hijos de los hombres, de modo que te respeten a lo largo de los días que vivan en la tierra que diste a nuestros padres.
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