I Samuel 13, 19-22

No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se decían: «Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas.» Así, todos los israelitas tenían que bajar a los filisteos para afilar cada cual su reja, su hacha, su azuela o su aguijada. El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar la aguijada. Y así, el día de la batalla nadie, en toda la tropa que estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza. Las había sólo para Saúl y para su hijo Jonatán.
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