I Samuel 21, 1-9

Se levantó David y se fue, y Jonatán volvió a la ciudad.

Parada en Nob.
Llegó David a Nob, donde el sacerdote Ajimélec; vino Ajimélec temblando al encuentro de David y le preguntó: «¿Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?» Respondió David al sacerdote Ajimélec: «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: “Que nadie sepa el asunto que te mando y que te ordeno.” A los muchachos los he citado en tal lugar. Así, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.» Respondió el sacerdote a David: «No tengo a mano pan profano, pero hay pan consagrado, si es que los muchachos se han abstenido al menos del trato con mujeres.»
Respondió David al sacerdote: «Ciertamente que la mujer nos está prohibida, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.» El sacerdote le dio entonces pan consagrado, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante de Yahvé para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.
Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante Yahvé; se llamaba Doeg, edomita, mayoral de los pastores de Saúl.
Dijo David a Ajimélec: «¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada y mis armas, pues urgía la orden del rey.»
Ver contexto