II Macabeos 1, 11-17


Acción de gracias por el castigo de Antíoco.
Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias, como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey, ya que Él ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad santa. Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias al engaño tramado por los sacerdotes de Nanea. Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de dote, de abundantes riquezas. Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron expuesto y que él se hubiera presentado con unas pocas personas en el recinto sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco. Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe; le descuartizaron y, cortándole la cabeza, la arrojaron a los que estaban fuera. En todo sea bendito nuestro Dios, que ha entregado los impíos (a la muerte).
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