II Macabeos 11, 22-26

La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias. Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias ocupaciones. Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a sus leyes, deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimos que se les restituya el templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados. Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.»
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