II Macabeos 15, 12-16

Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos. Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. Onías había dicho: «Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.» Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro y, al dársela, había pronunciado estas palabras: «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.»
Ver contexto