II Macabeos 15, 13-15

Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. Onías había dicho: «Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.» Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro y, al dársela, había pronunciado estas palabras:
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