II Macabeos 8, 16-20

Después de reunir a los suyos, en número de seis mil, el Macabeo les exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a la muchedumbre de paganos que injustamente venían contra ellos, sino a combatir con valor, teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de las instituciones ancestrales. «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al mundo entero.» Les enumeró los auxilios dispensados a sus antecesores, especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron ciento ochenta y cinco mil; y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando entraron en acción todos los ocho mil judíos junto a los cuatro mil macedonios, y cuando los macedonios se hallaban en apuros, los ocho mil derrotaron a ciento veinte mil, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran botín.
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