II Macabeos 9, 5-6

Pero el Señor Dios de Israel, que todo lo ve, lo hirió con una llaga incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de sus entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos, cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de otros con numerosas y desconocidas torturas.
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