II Reyes  1, 9-16

Envió a Elías un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres. Subió a donde estaba él y lo encontró sentado en la cumbre de la montaña. Le dijo: «Hombre de Dios, el rey ha ordenado: “Desciende”.» Elías respondió al jefe de los cincuenta: «Si efectivamente soy un hombre de Dios, descienda fuego del cielo y te consuma a ti y a tus cincuenta hombres.» Descendió fuego del cielo que lo consumió a él y a sus cincuenta hombres. El rey envió de nuevo otro jefe de cincuenta hombres, que subió y le dijo: «Hombre de Dios. Así dice el rey: Desciende sin tardar.» Pero Elías les respondió: «Si efectivamente soy un hombre de Dios, descienda fuego del cielo y te consuma a ti y a tus cincuenta hombres.» Descendió fuego del cielo, que lo devoró a él y a sus cincuenta hombres. El rey envió un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres. Subió el tercer jefe de cincuenta, pero, al llegar, cayó de rodillas ante Elías y le suplicaba diciendo: «Hombre de Dios, te ruego, ten consideración de mi vida y de la vida de estos cincuenta siervos tuyos. Mira que ya descendió fuego del cielo y devoró a los dos jefes de cincuenta anteriores y a sus cincuenta hombres. Pero ahora, ten consideración de mi vida.» El Ángel de Yahvé dijo a Elías: «Desciende con él. No tengas miedo ante él.» Se alzó y descendió con él donde el rey. Le dijo: «Así dice Yahvé: Por haber enviado mensajeros a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón, por eso, de la cama en que te has metido ya no saldrás. Morirás sin remedio.»
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