II Reyes  10, 18-28


Matanza de los fieles de Baal y destrucción de su templo.
Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo: «Ajab dio algo de culto a Baal, Jehú le dará mucho. Así que convocadme a todos los profetas de Baal y a todos sus sacerdotes. Que no falte ninguno, pues voy a hacer un gran sacrificio a Baal. Quien falte, no sobrevivirá.» Jehú obraba con astucia para hacer perecer a los fieles de Baal. Jehú ordenó: «Convocad una asamblea sagrada en honor de Baal», y la convocaron. Jehú envió mensajeros por todo Israel y vinieron todos los fieles de Baal; no quedó uno solo que no viniera. Entraron en el templo de Baal, que se llenó de un cabo al otro. Dijo al encargado del vestuario: «Saca las vestiduras para todos los fieles de Baal.» Él las sacó. Jehú y Jonadab, hijo de Recab, entraron entonces en el templo de Baal y él dijo a los fieles de Baal: «Buscad y aseguraros de que no hay aquí entre vosotros ningún fiel de Yahvé, sino sólo fieles de Baal.» Se adelantaron para hacer los sacrificios y holocaustos.
Pero Jehú había apostado afuera ochenta de sus hombres, con la orden: «Por cada uno que escape de los hombres que pongo en vuestras manos, pagará con su vida uno de vosotros.» Cuando Jehú terminó de ofrecer el holocausto, dijo a la guardias y oficiales: «Entrad y matadlos. Que no salga ni uno.» Los pasaron a filo de espada, dejándolos allí tirados. Luego avanzaron hasta el interior del templo de Baal. Sacaron la estatua del templo de Baal y la quemaron. Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal y lo convirtieron en letrinas hasta el día de hoy.

Reinado de Jehú en Israel (841-814).
Así erradicó Jehú a Baal de Israel.
Ver contexto