II Reyes  12, 4-16

Sin embargo, los lugares de culto no fueron retirados, y el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altozanos.
Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero, en moneda corriente, aportado al templo de Yahvé por las ofrendas sagradas (el dinero que alguien pueda pagar como dinero equivalente de personas, todo el dinero que cada uno piense ofrecer al templo de Yahvé), los sacerdotes lo tomarán, cada uno de su benefactor. Proveerán con él a las reparaciones del templo, de todo desperfecto que se pueda encontrar.» Sin embargo, en el año veintitrés del rey Joás, los sacerdotes no habían procedido todavía a la reparación del templo. El rey Joás llamó entonces al sacerdote Joadá y a los sacerdotes y les dijo: «¿Por qué no habéis procedido a la reparación del templo? A partir de ahora, no recojáis ya el dinero de vuestros benefactores, sino entregadlo para la reparación del templo.» Los sacerdotes consintieron en no recoger dinero del pueblo y en no hacer reparaciones en el templo.
El sacerdote Joadá tomó un cofre e hizo una ranura en la tapa. Lo colocó junto al altar, al lado derecho según se entra en el templo de Yahvé. Los sacerdotes que custodiaban el umbral depositaban en él todo el dinero ofrecido al templo de Yahvé. Cuando veían que había mucho dinero en el cofre, el secretario real y el sumo sacerdote subían, lo depositaban en bolsas y contaban el dinero acumulado en el templo de Yahvé. Entregaban el dinero, una vez pesado, en manos de los capataces que estaban al cargo del templo de Yahvé; éstos lo destinaban al pago de los carpinteros y constructores que trabajaban en el templo de Yahvé, de los albañiles y canteros, y a la compra de madera y de piedra de cantería para las reparaciones en el templo de Yahvé y para todo otro gasto preciso para restaurar el edificio. Sin embargo, con el dinero ofrecido al templo de Yahvé no se hacían fuentes de plata, cuchillos, acetres, trompetas, ni objetos de oro o plata; éstos eran entregados a los capataces para la reparación del templo de Yahvé. No se pedían cuentas a los hombres a cuyas manos se confiaba el dinero para el pago de los trabajadores, pues actuaban con honestidad.
Ver contexto