II Reyes  17, 27-33

El rey de Asiria dio orden: «Enviad allá a uno de los sacerdotes que habéis deportado; que vaya a establecerse allí y les enseñe las reglas del dios de la tierra.» Uno de los sacerdotes deportados de Samaría fue a establecerse en Betel y les enseñó cómo dar culto a Yahvé.
Sin embargo, cada uno de aquellos pueblos paganos continuaba fabricando sus propios dioses y los instalaban en los altozanos que habían hecho los samaritanos; cada nación (los ponía) en las poblaciones que habitaba. Las gentes de Babilonia hacían unos Sucot Benot, las de Cutá un Nergal, las de Jamat un Asimá, los avitas un Nibjaz y un Tartac, y los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adramélec y Anamélec, dioses de los sefarvitas. Daban culto también a Yahvé y se hicieron entre ellos sacerdotes de los altozanos, que oficiaban en los lugares de culto. Daban culto a Yahvé y servían a la vez a sus dioses según las costumbres de las naciones de las que habían sido deportados.
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