II Reyes  7, 17-20

El rey había puesto de vigilante a la puerta al ayudante en cuyo brazo se apoyaba, pero el pueblo lo pisoteó en la puerta y murió, conforme a la palabra del hombre de Dios pronunciada cuando el rey había bajado donde él. Sucedió todo conforme a la palabra del hombre de Dios al rey: «Mañana a estas horas en la puerta de Samaría, dos arrobas de cebada se venderán a un siclo y la arroba de flor de harina a un siclo.» El ayudante respondió al hombre de Dios: «Aun si Yahvé abriera ventanas en el cielo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Lo verás con tus ojos, pero de aquello no has de comer.» Y así sucedió. El pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.
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