II Reyes  9, 17-24

El vigía, en pie en lo alto de la torre de Yizreel, vio la tropa de Jehú que se aproximaba, y dijo: «Veo una tropa.» Dijo Jorán: «Coge un jinete y envíalo a su encuentro a preguntar: ¿Venís en son de paz?» El jinete salió a su encuentro y preguntó: «Así dice el rey: ¿Venís en son de paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti si hay paz? Da la vuelta tras de mí.» El vigía avisó: «El mensajero ha llegado donde ellos, pero no regresa.» Envió un segundo jinete que llegó donde ellos y dijo: «Así dice el rey: ¿Venís en son de paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti si hay paz? Da la vuelta tras de mí.» El vigía avisó: «Ha llegado donde ellos pero no regresa. Su modo de guiar es el de Jehú, hijo de Nimsí, pues conduce como un loco.» Dijo Jorán: «Enganchad», y engancharon su carro. Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, salieron al encuentro de Jehú y lo encontraron en el campo de Nabot el de Yizreel.

Asesinato de Jorán.
Cuando Jorán vio a Jehú, preguntó: «¿En son de paz, Jehú?» Respondió: «¿Qué paz puede haber mientras continúen las prostituciones de tu madre Jezabel y sus muchas hechicerías?» Jorán volvió riendas y huyó gritando a Ocozías: «¡Traición!, Ocozías.» Pero Jehú tensó el arco en su mano y alcanzó a Jorán entre los hombros; la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro.
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