II Samuel 1, 19-27
“
La gloria, Israel, ha sucumbido en tus montañas. ¡Cómo han caído los héroes! No lo anunciéis en Gat, no lo divulguéis por las calles de Ascalón, que no se regocijen las hijas de los filisteos, ni salten de gozo las hijas de los incircuncisos. Montañas de Gelboé: Que no os cubra ni lluvia ni rocío, ni seáis campos de primicias*, porque allí fue mancillado el escudo de los héroes. El escudo de Saúl, no ungido de aceite, ¡mas de sangre de muertos, de grasa de héroes! El arco de Jonatán jamás retrocedía, nunca fracasaba la espada de Saúl. Saúl y Jonatán, amados y amables, ni en vida ni en muerte separados, más veloces que águilas, más fuertes que leones. Hijas de Israel, llorad por Saúl, que con púrpura os vestía y adornaba, que prendía joyas de oro de vuestros vestidos. ¡Cómo cayeron los héroes en medio del combate! ¡Jonatán! Herido de muerte en las alturas. Lleno estoy de angustia por ti, Jonatán, hermano mío, en extremo querido. Tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres. ¡Cómo cayeron los héroes, cómo perecieron las armas de combate! ”