II Samuel  12, 1-25


Reproches de Natán.
Arrepentimiento de David.
Envió Yahvé a Natán donde David, y llegando a él le dijo:
«Había dos hombres en una ciudad,
el uno era rico y el otro era pobre.
El rico tenía ovejas y bueyes en gran abundancia;
el pobre no tenía más que una corderilla, sólo una, pequeña, que había comprado.
Él la alimentaba y ella iba creciendo con él y sus hijos, comiendo su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija.
Vino un visitante donde el hombre rico, y, dándole pena tomar su ganado, sus vacas y sus ovejas, para dar de comer a aquel hombre llegado a su casa, tomó la ovejita del pobre y dio de comer a aquel hombre llegado a su casa.»
David se encendió en gran cólera contra aquel hombre y dijo a Natán: «¡Vive Yahvé! que merece la muerte el hombre que tal hizo. Pagará cuatro veces la oveja por haber hecho semejante cosa y por no haber tenido compasión.»
Entonces Natán dijo a David: «Tú eres ese hombre. Así dice Yahvé, Dios de Israel: Yo te he ungido rey de Israel y te he librado de las manos de Saúl. Te he dado la casa de tu señor y he puesto en tu seno las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y si es poco, te añadiré todavía otras cosas. ¿Por qué has menospreciado a Yahvé haciendo lo que le parece mal? Has matado a espada a Urías el hitita, has tomado a su mujer por mujer tuya y lo has matado por la espada de los amonitas. Pues bien, nunca se apartará la espada de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado la mujer de Urías el hitita para mujer tuya.
Así habla Yahvé: Haré que de tu propia casa se alce el mal contra ti. Tomaré tus mujeres ante tus ojos y se las daré a otro que se acostará con tus mujeres a la luz de este sol. Pues tú has obrado en lo oculto, pero yo cumpliré esta palabra ante todo Israel y a la luz del sol.»
David dijo a Natán: «He pecado contra Yahvé.» Respondió Natán a David: «También Yahvé ha perdonado tu pecado; no morirás. Pero por haber ultrajado a Yahvé con ese hecho, el hijo que te ha nacido morirá sin remedio.» Y Natán se fue a su casa.
Muerte del hijo de Betsabé.
Nacimiento de Salomón.
Hirió Yahvé al niño que había engendrado a David la mujer de Urías y enfermó gravemente. David suplicó a Dios por el niño; hizo David un ayuno riguroso, entraba en casa y pasaba la noche acostado en el suelo. Los ancianos de su casa estaban junto a él y se esforzaban por levantarlo del suelo, pero él se negó y no quiso comer con ellos. El séptimo día murió el niño; los servidores de David temieron decirle que el niño había muerto, porque se decían: «Cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos escuchaba. ¿Cómo le diremos que el niño ha muerto? ¡Hará un desatino!» Vio David que sus servidores cuchicheaban entre sí, comprendió David que el niño había muerto y dijo a sus servidores: «¿Ha muerto el niño?» Le respondieron: «Así es.»
David se levantó del suelo, se lavó, se ungió y se cambió de vestidos. Fue luego a la casa de Yahvé y se postró. Se volvió a su casa, pidió que le trajesen de comer y comió. Sus servidores le dijeron: «¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas, y ahora que ha muerto te levantas y comes.» Respondió: «Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía: ¿Quién sabe si Yahvé tendrá compasión de mí y el niño vivirá? Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré donde él, pero él no volverá a mí.»
David consoló a Betsabé su mujer, fue donde ella y se acostó con ella; dio ella a luz un hijo y se llamó Salomón; Yahvé lo amó, y envió al profeta Natán, que lo llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahvé.
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