II Samuel  19, 25-31


Mefibóset.
También Mefibóset, nieto de Saúl, bajó al encuentro del rey. No había aseado sus manos, no había cuidado su bigote ni había lavado sus vestidos desde el día en que se marchó el rey hasta el día en que volvió en paz a Jerusalén. Cuando llegó al encuentro del rey, éste le dijo: «¿Por qué no viniste conmigo, Mefibóset?» Respondió él: «¡Oh rey, señor mío! Mi servidor me engañó: Tu siervo se había dicho: “Aparejaré mi asno, montaré en él y me iré con el rey”, porque tu siervo es cojo. Ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey. Pero el rey mi señor es como el Ángel de Dios y harás lo que bien te pareciere. Pues toda la familia de mi padre merecía la muerte de parte del rey mi señor, y tú, con todo, has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo a implorar todavía al rey?» El rey le dijo: «¿Para qué vas a seguir repitiendo tus palabras? He decidido que tú y Sibá os repartáis las tierras.» Dijo Mefibóset al rey: «Y aun todo puede llevárselo, ya que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.»
Ver contexto