II Samuel  21, 1-14


V. Apéndices. Suplementos
La gran hambre y la ejecución de los descendientes de Saúl.
En tiempo de David hubo hambre por tres años consecutivos. David consultó a Yahvé, que respondió así: «Hay sangre sobre Saúl y sobre su casa, porque mató a los gabaonitas.» Llamó el rey a los gabaonitas y les dijo: (Estos gabaonitas no eran israelitas, sino uno de los residuos amorreos, a los que los israelitas habían hecho juramento. Pero Saúl intentó exterminarlos, llevado del celo por los israelitas y Judá.) Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros y cómo puedo aplacaros para que bendigáis la heredad de Yahvé?» Le respondieron los gabaonitas: «No es para nosotros cuestión de oro ni plata con Saúl y su casa, ni se trata de hacer morir a nadie en Israel.» Él dijo: «Haré por vosotros lo que me digáis.» Entonces ellos dijeron al rey: «Aquel hombre nos exterminó y proyectó aniquilarnos para hacernos desaparecer de todos los términos de Israel. Que se nos entreguen siete de entre sus hijos y los despeñaremos ante Yahvé, en Guibeá de Saúl, el elegido de Yahvé.» El rey dijo: «Os los entregaré.» Pero el rey perdonó a Mefibóset, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a causa del juramento de Yahvé que había entre ellos, entre David y Jonatán, hijo de Saúl. Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayá, había dado a Saúl, Armoní y Mefibóset, y a los cinco hijos que Mical, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzilay de Mejolá y los puso en manos de los gabaonitas, que los despeñaron en el monte ante Yahvé. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.
Rispá, hija de Ayá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche. Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayá, concubina de Saúl. Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día que mataron a Saúl en Gelboé; subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán y los reunió con los huesos de los despeñados. Sepultaron los huesos de Saúl y los de su hijo Jonatán en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra.
Ver contexto