Daniel  10, 12-21

Y él añadió: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te esforzaste por comprender y te humillaste ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas y precisamente por ellas he venido yo. El príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Me he quedado allí junto a los reyes de Persia Pero ahora vengo para darte a conocer lo que le sucederá a tu pueblo en los últimos días, pues todavía queda una visión para esos días.»
Cuando dijo estas palabras, caí de bruces al suelo y enmudecí. Pero alguien de aspecto humano me tocó los labios; yo abrí la boca y hablé al que estaba delante de mí: «Señor mío, con esta visión me ha invadido la angustia y me han fallado las fuerzas. ¿Cómo podrá tu servidor hablar con mi señor, si ahora mismo me fallan las fuerzas y me falta el aliento?» El que tenía aspecto humano me tocó de nuevo y me fortaleció. Luego me dijo: «No temas, hombre apreciado; la paz contigo; sé fuerte y ten ánimo.» Y, mientras me hablaba, recobré las fuerzas y dije: «Puedes hablarme, Señor, pues me has devuelto las fuerzas.»

El Anuncio profético.
Entonces me dijo: «¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora he de volver a luchar con el príncipe de Persia; cuando termine, vendrá el príncipe de Grecia. Pero te revelaré lo que está escrito en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto vuestro príncipe Miguel.
Ver contexto