Deuteronomio  32, 26-35

He dicho: A polvo los reduciría,
borraría su recuerdo
de entre los hombres,
si no temiera
azuzar el furor del enemigo,
y que lo entiendan al revés
sus adversarios,
no sea que digan:
«Es nuestra mano la que prevalece,
y no es Yahvé el que hace todo esto.»
Porque es gente
que ha perdido el juicio,
y no hay inteligencia en ellos.
Si fueran sabios, podrían entenderlo,
sabrían vislumbrar su suerte última.
Pues, ¿cómo un solo hombre
puede perseguir a mil,
y dos poner en fuga a una miríada,
sino porque su Roca se los ha vendido,
porque Yahvé se los ha entregado?
Mas no es su roca como nuestra Roca,
y nuestros enemigos son testigos.
Porque su viña es viña de Sodoma
y de las plantaciones de Gomorra:
uvas venenosas son sus uvas,
racimos amargos sus racimos;
su vino, un veneno de serpiente,
mortal ponzoña de áspid.
Pero él, ¿no está guardado
junto a mí, sellado en mis tesoros?
A mí me toca la venganza y el pago
para el momento en que su pie vacile.
Porque está cerca el día de su ruina,
ya se precipita lo que les espera.
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