Deuteronomio  32, 36-42

(Que Yahvé va a hacer justicia
al pueblo suyo,
va a apiadarse de sus siervos.)
Porque verá que su fuerza se agota,
que no queda ya libre ni esclavo.
Dirá entonces: ¿Dónde están sus dioses,
roca en que buscaban su refugio,
los que comían la grasa de sus sacrificios
y bebían el vino de sus libaciones?
¡Levántense y os salven,
sean ellos vuestro amparo!
Ved ahora que yo soy yo,
y que no hay otro Dios junto a mí.
Yo hago morir y hago vivir,
yo hiero y yo sano
(y no hay quien libre de mi mano).
Sí, yo alzo al cielo mi mano,
y digo:
Tan cierto como que vivo eternamente,
cuando afile el rayo de mi espada,
y mi mano empuñe el Juicio,
tomaré venganza de mis adversarios
y daré el pago a quienes me aborrecen.
Embriagaré de sangre mis saetas,
y mi espada se saciará de carne:
de sangre de muertos y cautivos,
de cabezas encrestadas de enemigos.
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