Ester  4, 3-17

En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho.
Las siervas y eunucos de Ester vinieron a comunicárselo. La reina se llenó de angustia y ordenó que enviasen ropa a Mardoqueo para que se vistiese y se quitase el sayal, pero él no quiso. Llamó Ester a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué obedecía todo aquello.
Salió Hatac y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad que hay frente a la Puerta Real. Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos. Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara. Y ordenó a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su pueblo. (8a) «Acuérdate, le mandó a decir, de cuando eras pequeña y recibías el alimento de mi mano. Porque Amán, el segundo después del rey, ha sentenciado nuestra muerte. Ora al Señor, habla al rey en favor nuestro y líbranos de la muerte.»
Regresó Hatac e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo. Ester mandó a Hatac que dijera a Mardoqueo: «Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el edicto, salvo aquél sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey.»
Llevó la respuesta de Ester a Mardoqueo, y éste le remitió esta contestación: «No te imagines que, por estar en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos, porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente has llegado a ser reina para una ocasión semejante!»
Ester mandó que respondieran a Mardoqueo: «Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y, si tengo que morir, moriré.» Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

Oración de Mardoqueo.

(17a) Mardoqueo oró al Señor, acordándose de todas sus maravillas, y exclamó:
(17b) «¡Señor, Señor, Rey Omnipotente!
Todo está sometido a tu poder,
y no hay quien se resista a tu voluntad
si has decidido salvar a Israel.

(17c) Tú hiciste el cielo y la tierra,
cuantas maravillas existen bajo el cielo.
Eres Señor de todo,
y nadie se te puede oponer, Señor.

(17d) Tú lo conoces todo,
tú sabes, Señor,
que no por insolencia,
orgullo o pundonor,
me negué a inclinarme
ante el orgulloso Amán,
pues gustoso besaría
las plantas de sus pies
por la salvación de Israel.

(17e) Pero yo lo hice
por no rendir gloria a un hombre
por encima de la gloria de Dios;
no me postraré ante nadie,
sino ante ti solo, Señor;
y no dicta el orgullo mi conducta.

(17f) Ahora, pues, Señor, Dios,
Rey, Dios de Abrahán,
perdona a tu pueblo,
porque andan mirando
cómo destruirnos
y desean exterminar la heredad
que fue tuya desde siempre.

(17g) No desprecies tu parte,
la que rescataste para ti
del país de Egipto.

(17h) Escucha mi oración,
muéstrate propicio a tu heredad;
convierte nuestro duelo en alegría,
para que, viviendo,
cantemos himnos a tu Nombre, Señor.
No tapes la boca de los que te alaban.»

(17i) Todo Israel clamaba con todas sus fuerzas, pues tenían la muerte ante los ojos.

Oración de Ester.

(17k) Por su parte, la reina Ester se refugió en el Señor, presa de mortal angustia. Despojándose de sus magníficos vestidos, se vistió de angustia y duelo. En vez de exquisitos perfumes, echó sobre su cabeza ceniza y suciedad, humilló su cuerpo hasta el extremo, encubrió con sus desordenados cabellos la gozosa belleza de su cuerpo, y suplicó al Señor, Dios de Israel, diciendo:
(17l) «Señor y Dios nuestro, tú eres único.
Ven en mi ayuda, que estoy sola
y no tengo socorro sino en ti,
y mi vida está en peligro.

(17m) Yo oí desde mi infancia,
en mi tribu paterna,
que tú, Señor,
elegiste a Israel
de entre todos los pueblos,
y a nuestros padres
de entre todos sus mayores,
para ser herencia tuya para siempre,
cumpliendo en su favor cuanto dijiste.

(17n) Ahora hemos pecado en tu presencia,
nos has entregado a nuestros enemigos,
porque hemos honrado a sus dioses.
¡Justo eres, Señor!

(17o) Mas no se han contentado
con nuestra amarga esclavitud,
sino que han puesto sus manos
en las manos de sus ídolos
para borrar el decreto de tu boca
y destruir tu heredad;
para cerrar las bocas que te alaban
y apagar la gloria
de tu Casa y de tu altar;

(17p) para abrir las bocas de las gentes
en alabanza de sus dioses
y admirar eternamente
a un rey de carne.

(17q) No entregues, Señor,
tu cetro a los que nada son;
que no se regocijen por nuestra caída;
vuelve en contra de ellos sus deseos,
y el primero que se alzó contra nosotros
haz que sirva de escarmiento.

(17r) Acuérdate, Señor, y date a conocer
en el día de nuestra aflicción;
y dame a mí valor, rey de los dioses
y señor de toda autoridad.

(17s) Pon en mis labios palabras armoniosas
cuando esté en presencia del león;
vuelve el odio de su corazón
contra el que nos combate
para ruina suya y de los que piensan como él.

(17t) Líbranos con tus manos
y acude en mi socorro, que estoy sola,
y a nadie tengo, sino a ti, Señor.

(17u) Tú que conoces todas las cosas,
sabes que odio la gloria de los malos,
que aborrezco el lecho incircunciso
y el de todo extranjero.

(17v) Tú sabes bien la necesidad en que me hallo,
que me asquean los emblemas de grandeza
que ciñen mi frente los días de gala,
como asquea el paño menstrual,
y que no me los pongo en días de retiro.

(17x) Que tu sierva no ha comido a la mesa de Amán,
que no he tenido a honra los regios festines,
ni bebido el vino de las libaciones.

(17y) Que no tuvo tu sierva instante de alegría,
desde su encumbramiento hasta el día de hoy,
sino sólo en ti, Señor y Dios de Abrahán.

(17z) Oh Dios, que dominas a todos,
oye el clamor de los desesperados,
líbranos del poder de los malvados
y líbrame a mí de mi temor.

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