Ezequiel  12, 1-20


El gesto del deportado.
La palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: «Hijo de hombre, tú vives en medio de la casa rebelde: tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa rebelde. Ahora, pues, hijo de hombre, prepárate un equipo de deportado y sal deportado en pleno día, a sus propios ojos. Saldrás del lugar en que te encuentras hacia otro lugar, ante sus ojos. Acaso vean que son una casa rebelde. Arreglarás tu equipo como un equipo de deportado, de día, ante sus ojos. Y saldrás por la tarde, ante sus ojos, como salen los deportados. Haz a vista de ellos un agujero en la pared, por donde saldrás. A sus ojos, cargarás con tu equipaje a la espalda y saldrás en la oscuridad; te cubrirás el rostro para no ver la tierra, porque yo he hecho de ti un símbolo para la casa de Israel.»
Yo hice como se me había ordenado; preparé de día mi equipo, como un equipo de deportado, y por la tarde hice un agujero en la pared con la mano. Y salí en la oscuridad, cargando con el equipaje a mis espaldas, ante sus ojos.
Por la mañana la palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: «Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, esta casa rebelde: “Qué es lo que haces”? Diles: Así dice el Señor Yahvé. Este oráculo se refiere a Jerusalén y a toda la casa de Israel que está en medio de ella. Di: Yo soy un símbolo para vosotros; como he hecho yo, así se hará con ellos; serán deportados, irán al destierro. El príncipe que está en medio de ellos cargará con su equipo a la espalda, en la oscuridad, y saldrá; horadarán la muralla para hacerle salir por ella; y se tapará la cara para no ver la tierra con sus propios ojos. Mas yo tenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le conduciré a Babilonia, al país de los caldeos; pero no lo verá, y morirá allí. Y a todo su séquito, su guardia y todas sus tropas, yo los esparciré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos. Y sabrán que yo soy Yahvé cuando los disperse entre las naciones y los esparza por los países. Sin embargo, dejaré que un pequeño número de ellos escapen a la espada, al hambre y a la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde vayan, a fin de que sepan que yo soy Yahvé.»
La palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: «Hijo de hombre, comerás tu pan con temblor y beberás tu agua con inquietud y angustia; y dirás al pueblo de la tierra: Así dice el Señor Yahvé a los habitantes de Jerusalén que andan por el suelo de Israel: comerán su pan con angustia, beberán su agua con estremecimiento, para que esta tierra y los que en ella se encuentran queden libres de la violencia de todos sus habitantes. Las ciudades populosas serán destruidas y esta tierra se convertirá en desolación; y sabréis que yo soy Yahvé.»
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