Ezequiel  21, 14-22

«Hijo de hombre, profetiza.
Dirás: Así dice el Señor. Di:
¡Espada, espada!
Afilada está, bruñida.
Para la matanza está afilada,
para centellear está bruñida...
Se la ha hecho bruñir para empuñarla;
ha sido afilada la espada,
ha sido bruñida
para ponerla en mano de matador.
Grita, da alaridos, hijo de hombre,
porque está destinada a mi pueblo,
a todos los príncipes de Israel
destinados a la espada con mi pueblo.
Por eso golpéate el pecho,
pues la prueba está hecha...,
oráculo del Señor Yahvé.
Y tú, hijo de hombre,
profetiza y bate palmas.
¡Golpee la espada dos, tres veces,
la espada de las víctimas,
la espada de la gran víctima,
que les amenaza en torno!
A fin de que desmaye el corazón
y abunden las ocasiones de caída,
en todas las puertas he puesto yo
matanza por la espada,
hecha para centellear,
bruñida para la matanza.
¡Gírate: a la derecha,
vuélvete a la izquierda,
donde tus filos sean requeridos!
Yo también batiré palmas,
saciaré mi furor.
Yo, Yahvé, he hablado.»
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