Ezequiel  21, 23-37


El rey de Babilonia en el cruce de los caminos.
La palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: «Y tú, hijo de hombre, marca dos caminos por donde venga la espada del rey de Babilonia, que salgan los dos del mismo país, y marca una señalización, márcala en la cabecera del camino de la ciudad; trazarás el camino para que venga la espada hacia Rabá de los amonitas y hacia Judá, a la fortaleza de Jerusalén. Porque el rey de Babilonia se ha detenido en el cruce, en la cabecera de los dos caminos, para consultar a la suerte. Ha sacudido las flechas, ha interrogado a los terafim , ha observado el hígado. En su mano derecha está la suerte de Jerusalén: para situar arietes, dar la orden de matanza, lanzar el grito de guerra, situar arietes contra las puertas, levantar un terraplén, hacer trincheras. Para ellos y a sus ojos, no es más que un vano presagio: se les había dado un juramento. Pero él recuerda las culpas por las que caerán presos. Por eso, así dice el Señor Yahvé: Por haber hecho recordar vuestras culpas, descubriendo vuestros crímenes, haciendo aparecer vuestros pecados en todas vuestras acciones, y porque así se os ha recordado, caeréis presos en su mano. En cuanto a ti, vil criminal, príncipe de Israel, cuya hora ha llegado con la última culpa, así dice el Señor Yahvé: La tiara se quitará, se depondrá la corona, todo será transformado; lo humilde será elevado, lo elevado será humillado. Ruina, ruina, ruina, eso es lo que haré con él, como jamás la hubo, hasta que llegue aquél a quien corresponde el juicio y a quien yo se lo entregaré.

Castigo de Amón.
«Y tú, hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Yahvé a los amonitas y sus burlas. Dirás: ¡La espada, la espada está desenvainada para la matanza, bruñida para devorar, para centellear —mientras se tienen para ti visiones vanas, y para ti se presagia la mentira—, para degollar a los viles criminales cuya hora ha llegado con la última culpa! Vuélvela a la vaina. En el lugar donde fuiste creada, en tu tierra de origen, te juzgaré yo; derramaré sobre ti mi ira, soplaré contra ti el fuego de mi furia, y te entregaré en manos de hombres bárbaros, agentes de destrucción. Serás pasto del fuego, tu sangre correrá en medio del país, no quedará de ti recuerdo alguno, porque yo, Yahvé, he hablado.»
Ver contexto