Ezequiel  27, 25-36

Las naves de Tarsis formaban tu flota comercial.
Estabas repleta y pesada
en el corazón de los mares.
A alta mar te condujeron
los que a remo te llevaban.
El viento de oriente te ha quebrado
en el corazón de los mares.
Tus riquezas, tus mercancías y tus fletes,
tus marineros y tus timoneles,
tus calafates, tus agentes comerciales,
todos los guerreros que llevas,
toda la tripulación que transportas,
se hundirán en el corazón de los mares
el día de tu naufragio.
Al oír los gritos de tus marinos,
se asustarán las costas.
Entonces desembarcarán de sus naves
todos los remeros.
Los marineros,
todos los hombres de mar,
se quedarán en tierra.
Lanzarán su clamor por ti,
gritarán amargamente.
Se echarán polvo en la cabeza,
se revolcarán en la ceniza;
se raparán el pelo por tu causa,
se ceñirán de sayal.
Llorarán por ti,
en la amargura de su alma,
con amargo lamento.
Entonarán por ti,
en su duelo, una elegía,
harán por ti esta lamentación:
«¿Quién era semejante a Tiro
en medio del mar?
Cuando tus mercancías
se desembarcaban,
saciabas a muchos pueblos;
con la abundancia
de tus riquezas y productos
enriquecías a los reyes de la tierra.
Mas ahora estás ahí
quebrada por los mares,
en las honduras de las aguas.
Tu carga y toda tu tripulación
se han hundido contigo.
Todos los habitantes de las islas
están pasmados por tu causa.
Sus reyes están estremecidos de terror,
descompuesto su rostro.
Los mercaderes de los pueblos
silban sobre ti,
porque te has convertido
en objeto de espanto,
y has desaparecido para siempre.»
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