Ezequiel  27, 3-9

Dirás a Tiro, la ciudad sentada a la entrada del mar, centro del tráfico de los pueblos hacia islas sin cuento: Así dice el Señor Yahvé:
Tiro, tú decías: Yo soy un navío
de perfecta hermosura.
En el corazón de los mares
estaban tus fronteras.
Tus fundadores hicieron
perfecta tu hermosura.
Con cipreses de Senir te construyeron
todas tus planchas.
Del Líbano tomaron un cedro
para erigirte un mástil.
De las encinas de Basán
hicieron tus remos.
El puente te lo hicieron
de marfil incrustado en cedro
de las islas de Quitín.
De lino recamado de Egipto era tu vela
que te servía de enseña.
Púrpura y escarlata de las islas de Elisá
formaban tu toldo.
Los habitantes de Sidón y de Arvad
eran tus remeros.
Y tus sabios, Tiro, iban a bordo
como timoneles.
En ti estaban los ancianos de Guebal y sus artesanos
para reparar tus averías.
Todas las naves del mar y sus marineros estaban contigo para asegurar tu comercio.
Ver contexto