Ezequiel  31, 3-14

Mira: a un cedro del Líbano
de espléndido ramaje,
de fronda de amplia sombra
y de elevada talla.
Entre las nubes despuntaba su copa.
Las aguas lo hicieron crecer,
el abismo lo hizo subir,
derramando sus aguas
en torno a su plantación,
enviando sus acequias
a todos los árboles del campo.
Por eso su tronco superaba en altura
a todos los árboles del campo,
sus ramas se multiplicaban,
se alargaba su ramaje,
por la abundancia de agua
que le hacía crecer.
En sus ramas anidaban
todos los pájaros del cielo,
bajo su fronda parían
todas las bestias del campo,
a su sombra se sentaban
naciones numerosas.
Era hermoso en su grandeza,
en su despliegue de ramaje,
porque sus raíces se alargaban
hacia aguas abundantes.
No le igualaban los demás cedros
en el jardín de Dios,
los cipreses no podían competir
con su ramaje,
los plátanos no tenían
ramas como las suyas.
Ningún árbol, en el jardín de Dios,
le igualaba en belleza.
Yo le había embellecido
con follaje abundante,
y le envidiaban
todos los árboles de Edén,
los del jardín de Dios.
«Pues bien, así dice el Señor Yahvé: Por haber exagerado su talla, levantando su copa por entre las nubes, y haberse engreído su corazón de su altura, yo le he entregado en manos del conductor de las naciones, para que le trate conforme a su maldad; ¡le he desechado! Extranjeros, los más bárbaros entre las naciones, lo han talado y lo han abandonado. En los montes y por todos los valles yace su ramaje; sus ramas están destrozadas por todos los barrancos del país; toda la población del país se ha retirado de su sombra y lo ha abandonado.
Sobre sus despojos se han posado
todos los pájaros del cielo,
a sus ramas han venido
todas las bestias del campo.
«Ha sido para que ningún árbol plantado junto a las aguas se engría de su talla, ni levante su copa por entre las nubes, y para que ningún árbol bien regado se estire hacia ellas con su altura.
¡Porque todos ellos
están destinados a la muerte,
a los infiernos,
como el común de los hombres,
como los que bajan a la fosa!
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