Ezequiel  8, 7-13

Me llevó a la entrada del atrio. Miré y había un agujero en la pared. Y me dijo: «Hijo de hombre, perfora la pared.» Perforé la pared y se hizo una abertura. Y me dijo: «Entra y contempla las execrables abominaciones que éstos cometen ahí.» Entré y observé: toda clase de representaciones de reptiles y animales repugnantes, y todas las basuras de la casa de Israel estaban grabadas en la pared, todo alrededor. Y setenta de los ancianos de la casa de Israel —uno de ellos era Jazanías, hijo de Safán—, estaban de pie delante de ellas cada uno con su incensario en la mano. Y el perfume de la nube de incienso subía. Me dijo entonces: «¿Has visto, hijo de hombre, lo que hacen en la oscuridad los ancianos de la casa de Israel, cada uno en su estancia adornada de pinturas? Están diciendo: “Yahvé no nos ve, Yahvé ha abandonado el país.”» Y me dijo: «Todavía les verás cometer mayores abominaciones.»
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