Genesis 27, 1-25


Jacob suplanta a Esaú en la bendición paterna.
Como hubiese envejecido Isaac y ya no viese por tener debilitados sus ojos, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!» Él respondió: «Aquí estoy.» «Mira, dijo, me he hecho viejo e ignoro el día de mi muerte. Así pues, toma tus saetas, tu aljaba y tu arco, sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de bendecirte antes de morir.» —Ahora bien, Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con su hijo Esaú.— Esaú se fue al campo a cazar alguna pieza para el padre, y entonces Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú y le decía: Tráeme caza y hazme un guiso suculento para que yo lo coma y te bendiga delante de Yahvé antes de morir. Pues bien, hijo mío, hazme caso en lo que voy a recomendarte. Ve al rebaño y tráeme de allí dos cabritos hermosos. Yo haré con ellos un guiso suculento para tu padre, como a él le gusta, y tú se lo presentas a tu padre, que lo comerá, para que te bendiga antes de morir.»
Jacob dijo a su madre Rebeca: «¡Pero si mi hermano Esaú es velludo, y yo soy lampiño! ¡A ver si me palpa mi padre y le parece que estoy mofándome de él! ¡Entonces me habré buscado una maldición en vez de una bendición!» Dícele su madre: «¡Sobre mí tu maldición, hijo mío! Tú obedéceme y basta; ve y me los traes.» Él fue a buscarlos y los llevó a su madre, que hizo un guiso suculento, como le gustaba a su padre. Después tomó Rebeca ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas que tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo pequeño. Luego, con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello, y puso el guiso y el pan que había hecho en las manos de su hijo Jacob.
Éste entró adonde su padre y dijo: «¡Padre!» Él respondió: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo?» Jacob dijo a su padre: «Soy tu primogénito Esaú. He hecho como dijiste. Anda, levántate, siéntate y come de mi caza, para que me bendigas.» Dice Isaac a su hijo: «¡Qué listo has andado en hallarla, hijo!» Respondió: «Sí; es que Yahvé, tu Dios, me la puso delante.» Dice Isaac a Jacob: «Acércate, que te palpe, hijo, a ver si realmente eres o no mi hijo Esaú.» Jacob se acercó a su padre Isaac, que lo palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú.» Y no lo reconoció, porque sus manos estaban velludas, como las de su hermano Esaú. Luego se dispuso a bendecirlo. Dijo, pues: «¿Eres tú realmente mi hijo Esaú?» Respondió: «El mismo.» Dijo entonces: «Acércamelo, que coma de la caza, hijo, para que pueda bendecirte.» Le acercó la caza y comió; le trajo también vino, y bebió.
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