Genesis 27, 30-40

Así que hubo concluido Isaac de bendecir a Jacob, y justo cuando acababa de salir Jacob de la presencia de su padre Isaac, llegó su hermano Esaú de su cacería. Hizo también él un guiso suculento y, llevándoselo a su padre, le dijo: «Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo, para que puedas bendecirme.» Le dice su padre Isaac: «¿Quién eres tú?» Contestó: «Soy tu hijo primogénito, Esaú.» A Isaac le entró un temblor fuerte, y le dijo: «Pues entonces, ¿quién es uno que ha cazado una pieza y me la ha traído? Porque de hecho yo he comido antes que tú vinieses, y le he bendecido, y bendito está.» Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y por extremo amargo, y dijo a su padre: «¡Bendíceme también a mí, padre mío!» Le respondió: «Ha venido astutamente tu hermano y se ha llevado tu bendición.» Dijo Esaú: «Con razón se llama Jacob, pues me ha suplantado dos veces: se llevó mi primogenitura y ahora se ha llevado mi bendición.» Y añadió: «¿No has reservado alguna bendición para mí?» Respondió Isaac y dijo a Esaú: «Mira, le he puesto por señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos y le he abastecido de trigo y vino. Según eso, ¿qué voy a hacer por ti, hijo mío?» Dijo Esaú a su padre: «¿Es que tu bendición es única, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!» Isaac guardó silencio y Esaú alzó la voz y rompió a llorar. Su padre Isaac le dijo por respuesta:
«Lejos de la grosura de la tierra
será tu morada,
y lejos del rocío que baja del cielo.
De tu espada vivirás
y a tu hermano servirás.
Mas luego, cuando te hagas libre,
partirás su yugo de sobre tu cerviz.»
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