Habacuc  1, 5-6


Primer oráculo.
Los caldeos, azote de Dios.
Mirad a las naciones, contemplad,
quedad estupefactos, atónitos:
voy a hacer una obra en vuestros días
que no creeríais si os la contasen.
Pienso movilizar a los caldeos,
un pueblo cruel y fogoso,
que recorre las anchuras de la tierra,
para adueñarse de países ajenos.
Ver contexto