Hechos 10, 10-48

Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, y vio el cielo abierto y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.» Pedro replicó: «De ninguna manera, Señor; porque jamás he comido nada profano e impuro.» La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.» Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo. Mientras estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había visto, de pronto los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta; llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro. Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: «Ahí tienes unos hombres que te buscan. Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.» Pedro bajó hacia ellos y les dijo: «Yo soy el que buscáis; ¿por qué motivo habéis venido?» Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.» Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje.
Al día siguiente se levantó y se fue con ellos; le acompañaron algunos hermanos de Jope. Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos. Cuando Pedro entraba, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó diciéndo: «Levántate, que también yo soy un hombre.» Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos. Y les dijo: «Vosotros sabéis que le está prohibido a un judío juntarse con un extranjero o entrar en su casa; pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre. Por eso al ser llamado he venido sin protestar. Os pregunto, pues, por qué motivo me habéis enviado a llamar.» Cornelio respondió: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y me dijo: “Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios; envía, pues, alguien a Jope y haz venir a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar.” Al instante mandé algunos a tu casa, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
Discurso de Pedro en casa de Cornelio.
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato. «Él ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De esto todos los profetas dan testimonio: que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Bautismo de los primeros gentiles.
Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la palabra. Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo: «¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?» Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.
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